XXI

Sorprendí al asesino con el cuchillo en la mano
Tendida sobre el suelo yacía la hermosa joven cuyo cuello aún sangraba
Gritaban "¡el asesino!", "¡el asesino!"
¿Yo? ¡Jamás!, ¡No!, el asesino es otro.

Otro el que siempre estaba partiendo
No se sabía adonde ni cuando regresaría
El desconocido que siempre partía a lo desconocido
Como si una sombra se refugiara en su propia sombra.

Tal era el obscuro designio de estos seres
Manchados por el infinito
Por el juego incansable de la razón y la locura
Del odio y del amor.

Ellos me preguntaban por mi viaje
Esperen -les decía- será largo, largo
Como los dedos de mi mano
Bajo el signo del cinco
Y el designio
De nunca
Retornar.

 

De La mano enguantada, 1987