XXX

La cabeza del verdugo sobre la balanza del jugador de ajedrez

Se ilumina por el fósforo de la transpiración
Y ya no es posible ocultarse en las habitaciones
Donde disputan el amor negro con el amor blanco.

Es la incansable búsqueda de las leyes naturales
Los cuerpos caen atraídos por el deseo
El guante tiene horror del vacío que deja la mano que lo posee
Y nada ya es sostenible en el pensamiento que se  corta
A la orilla de un mar cuyas olas están por el sí y por el no.

Es la hora de avanzar con las manos en alto
Con la camisa blanca del condenado a morir
Que se ilumina
Con la cabeza del verdugo.

 

De Zonas eróticas, 1971