VII

La muerte tiene ahora una coloración que no le es propia
Pretende llenar el amor con hilos invisibles
Donde el hombre y la mujer no son más que emanaciones de antiguos espectros
Pretende disolver aún la sombra de ellos en un líquido recalentado con los rayos de la luna
Avanza con el espejo en una de sus manos y el vértigo en la otra
Mientras en el plano superior rueda el bolo de la epilepsia.

Quién podría descifrar el enigma de tres lenguas de fuego
Que saltan ahora en la playa como peces abandonados por el mar
Quién toma la iniciativa de la palabra
E inaugura la estatua de la revelación con insultos que hieren la carne
“Es el viento” se dice
Pero nunca estamos seguros de la estrella que nos despierta los instintos.

Yo no quiero lágrimas en el momento solemne
En que la saliva adquiere las tonalidades de la embriaguez
No quiero copas vacías ni danzas a medio de camino
Quiero formas que avancen estructuras que amen el peligro
Corazones que sean como el árbol de la generosidad.

Deseo que el rayo que nos alumbre
Corresponda al ansia que empuja a ese deseo a alumbrarnos
Que sea como una de esas noches
En que no sabiendo donde estamos ni lo que somos
De repente nos damos cuenta que somos la misma noche.

 

De Lo desconocido liberado, 1949