MANDRÁGORA, SIGLO XX
Dónde hacia adónde nos dirige la muerte
Con la mirada
Uno sabe que el desvanecimiento de los pasos
Termina en el amor
Sabe que el tiempo
Es el camino más corto
Entre el placer y el dolor.

En esta forma
Veo extinguirse la llama
Que a la distancia suele ser mi corazón
Caído animal de la noche antediluviana
Yo supe entonces el santo y seña de la eternidad.

Despojada de su amor
Como las hormigas que a veces
Invaden las partes profundas del ojo
Horripilante noche
Que nunca habrás de abandonarme
Esa angustia más fascinante que las zonas polares
Yo creí como nunca en el propio
Resplandor de mi alma.

Mas
La tormenta que uno ve avecinarse
En el átomo más pequeño de una bola de cristal
Hacia un sol recubierto
Con el óxido del pensamiento profundo
Me miraré desvanecerme en el resplandor
Más cielo
Que las cenizas del mismo fénix.

Antes
Cuando todo desaparecía con la perfección del fantasma
Cuando entre el ser llama y el ser aire
Un ala era mucho menos
Que los contornos torturantes del ser humano
Entonces yo comprendí la gravedad de los poetas malditos.

Que se ame o no se ame
Que me pierda o no me pierda
En el terror de las más desoladoras noches
Sobre el mar
Aún más allá de mis brazos mis piernas mi rostro
Encontraréis mi voz como el cristal
Partamos.
 

De Mandrágora siglo XX, 1945