EL ESPECTRO DE RENE MAGRITTE

Cuando él descubrió la huella inefable de la luciérnaga
Había a su alrededor seres extraños identificables con la furia
Seres a cuyo paso el sonido guardaba silencio
Que os invitaban al fondo del mar al fondo del cielo
A la tormenta de los objetos.

Y tú René Magritte paseabas con tu espectro a cuestas
Con tu mundo desconocido forjado en la fragua del deseo
En el anillo de la imaginación
Que en tu dado era el dedo del fantasma.

Te reconocías en el ángel
A cuyo golpe de rayo era el árbol despiadado
Te reconocías en el árbol
A cuya mirada era la más perfecta estatua de carne y hueso
Eras entonces la tortura de la ventana frente al infinito.

Fuego del vendaval que parte de la cabeza a los pies
Fuego para llorar fuego para reír
Fuego próximo a lo que eres tú con tu ojo de fuego
Fuego nostálgico.

Tanta vida inútil
Tanto espejo sacrificado a instancias del círculo mágico
Tanto corazón al borde del abismo
Por qué la vida -la tantas veces recordada vida- ha de ser inútil?

Y tú lo sabes René Magritte
Lo sabes en el relámpago lo sabes en tu amor
Lo sabes en la más pervertida de las nubes.

Andas y desandas el camino que ya no es él mismo
A tu habitación llegan objetos conocidos y desconocidos
Y tú los invitas a cenar
Tú conversas tú les das la palabra
Tú les das el alcohol tú eres enigmático como ellos.

Pero yo vuelto hacia mí
Temblando en la página en que te escribo
Con mi vestón que he olvidado con displicencia te digo
Pasad espectro de carne y hueso
Pasad.

 

De L' espectro de René Magritte, 1934