III

Y sin embargo apenas tenemos noción de lo que es un sueño petrificado
De la sonrisa que se separa del rostro
Del hombre que desafía el mundo invisible.

Tú bien sabías elegir la ola arrancada a viva fuerza del cerebro
En ella te sumías reconociendo a cada instante lo desconocido
El ángel que significaba para ti el abismo que hay entre un cristal y otro
Tú le habías visto llorar las más tristes lágrimas
Te habías hecho la promesa de hacer caminar esas flores abandonadas en el fondo del mar sólo al toque
                                                                                                                                      de tu voz
Yo conocía ese misterio
Lo presentía cada vez que la marea se desbordaba de la copa negra del sueño
Pero tú no habrías deseado sino perderte para siempre en esos laberintos del reino mineral.

Otros se dirán cuando el olvido forme una nube alrededor de nuestras frentes
Que aquello que es construido con la substancia misma del sueño no puede perecer
Que el pájaro más bello es el que se espanta frente a su sombra
Porque siempre la mano que desata el corazón sufre las consecuencias del cielo.

Tú lo sabias
Toda altura es un principio de lo desconocido
Y por eso el árbol siempre intenta devorar la nube que lo provoca
Se nos hace una marca de fuego una marca de maldición
Y desde entonces uno se transforma en un extraño de este mundo.

Tú lo sabías
Viviendo en el mundo invisible
Tú pasas al mundo invisible
No haces más que cambiar de guantes
Porque somos
Tú lo sabías
Sólo vibración de las membranas de la noche.

La sangre se sube a la cabeza con el misterio de la ciudad
Sus calles toman también un sabor a sangre
Todo se disuelve en las encantaciones de sus nombres
La vida es un nombre
Tú lo sabías
Yo habría ordenado que todas las bailarinas
Caminando en la punta de los pies
Llevasen tu cadáver a través de la ciudad
Pero tú te vas hacia la noche que se ilumina con tus sienes
Te vas con elegancia
Te vas tú lo sabías yo también lo sabía
Con una lámpara de acetileno en la mano
Líquido como el carbón
Te vas Jorge Cáceres
Como el labio que desafía el infinito.

 

De Carta-elegía a Jorge Cáceres, 1943