LA BOLSA O LA VIDA

Debemos reconciliarnos un poco con la bruma
Aquello que estalla furibundo al tocar el cristal
Aquello que prende una luz en la sangre
Mientras ella pasa su mano
Por el dorso del agua
Aquello aquello esparcido en las palabras
Aquello que vive para el amor

No comprendería su palabra acariciadora
Su pura palabra
Aquella que cae deshojada a sus pies
La misma de alcurnia de cometa
Para ella que mueve el silencio
O la estrella misma vuelta del asilo

Ella tendrá que amarme un poco más
Porque yo duermo
Por su pensamiento que solamente yo conozco el origen
Por la miel que resbala de su dedo
Luego que su dedo abre el día

No puede beber la leche de los desventurados
La leche de una mujer de piel dura
Que cerrara los ojos en la noche
Para el amor que corta la cabeza a las flores
Sin piedad.

Las pestañas se doblan con el peso de sus recuerdos
Afuera llueve para ilustrar el paisaje
Para las mismas nubes que se alejan
De mi lecho
O del guante perdido en la espuma
De un ángel
El ángel nacido de su confusión
De pronto
En la sonrisa mínima de un niño

Las sombras esparcidas de su ausencia
Llegadas para el auxilio de su nombre
En las hojas sueltas de la mañana
Para saber que yo os amo
Que yo aun puedo dormir a pesar do su sueño
A pesar del árbol que arde en el cerebro

Mis manos hechas de ceniza
Para cegar los jóvenes sonámbulos
Para aquellos que nada temen del espacio
Para ella que no ha sabido nunca de mi sueño
Para este mismo fuego
Que me conducirá al amor o a la muerte repentina

Yo que he visto
Huir las novias por la ventana
Con las pupilas cargadas de pájaros extraños
Yo que he visto
El viento robar vestidos y azahares
Yo devuelvo mi suerte al fantasma sonriente
La dulce alegría del amor cargado de reflejos
Que pasa lento con los ojos perdidos en la nieve.

 

De Cataclismo en los ojos, 1936