EN LAS CIUDADES VOMITADAS

La insignificante tomaba el pulso al hombre
Olvidando las leyes negras de la tortura
En ese tiempo subía a sus labios
El insulto o la soledad
Para saberse dueño del mundo
En lo profundo de las cosas.

Tenía la frente amplia de los malditos
De los condenados a morir
Consumidos por la ira
Se bajaba por esto al líquido negro de los perversos?
O era el amor o el odio o la sangría de sus ojos
El aire familiar de toda una generación
De dientes hermosos?

Yo no sé
Cómo sentía en el sueño crecerme las uñas
Cómo la sal que nos golpea el corazón
Y nos arrastra a la más encantadora de las visiones
Dejaría al descubierto un cráneo
Picado por esas pestes arrasadoras del placer
Por sus labios abiertos en plena luz.

Ésta es mi última palabra hijas del placer
Amigas del futuro
Propagadme el rencor
A todos los vientos.

 

De Cataclismo en los ojos, 1936