TESTIMONIO DE UN POETA NEGRO

                                                                          Hago con los cadáveres lo que el gato con el ratón.

                                                                                                                                    Goethe

Revolución, palabra maravillosa, conocemos demasiado bien tus seducciones y tus desvelos. ¿Quién mejor que nosotros los poetas hemos sentido el peso de la angustia al estrechar tus manos y despreciar al mundo circundante con un gesto olímpico? Sabemos también que tú eres como el pájaro azul quo en los momentos en que nos parecía tenerte para siempre en nuestras manos tú huías hacia las regiones más inauditas del pensamiento.

Esta misma angustia, este último juego a la última carta, hoy lo que se nos lanza a la cara como el caos, tú, Revolución, tú estás resplandeciente en sus aguas. A mayor oscuridad tú estás más cerca de nosotros. ¿Qué destino hace que yo, hoy 20 de octubre de 1943, en esta pequeña capital del mundo, me decida a tomar la pluma para anotar tus múltiples convulsiones? ¿Quién desliza el revólver por entre mis dedos temblantes y hace que lance el disparo en plena oscuridad? - He aquí simplemente la metodología del futuro:

Toda idea contemporizadora del bien debe ser eliminada. Las doctrinas, el mundo de las ideas hasta ahora conocidas, debe ser arrastrado al más absoluto descrédito. Se  pondrá toda idea, aún la más querida, al alcance de este fuego cegante hasta que ella no sea sino un mero fósil. El espíritu deberá ser liberado por primera vez de toda servidumbre intelectual. Será preciso tener la valentía y la generosidad del corazón y del cerebro para sobrevivir a este vendaval que habrá de arrastrarnos a la Edad de Oro del pensamiento. No habrá nunca más dualidad ni primacía entre el instinto y la razón. El pro y el contra se habrán definitivamente abolidos. El destino del pensamiento humano estará en esta aventura.

¿Con qué fueros escribo yo si no son con los fueros de la Poesía Negra, la única que puede darme la posibilidad de romper aún mis propios textos? Sí, la Poesía Negra debe invadir toda nuestra vida, dominar todos nuestros actos cotidianos, toda nuestra actividad entusiástica al servicio de esta maravillosa poesía. Ella nos permitirá interrogar definitivamente la existencia de este sorprendente ser que se llama hombre. Toda su larga trayectoria, a partir de las más remotas edades, será vaciada de golpe en un solo acto. La memoria, la imaginación, sí, la Imaginación al lado de ti, Poesía Negra! Interrogaremos siempre al peligro hasta conseguir esa "solidez compacta del ser" de que nos habló alguna vez Hegel1, pero más allá de toda filosofía, pues la filosofía no es sino el argot de la poesía. Y a estas alturas el poeta habrá comprendido y sentido la definición de lo negro: Lo negro es esta actitud del ser que, desligándose de toda sistematización intelectual, le permite captar al hombre a través de lo negativo, repentinamente al placer en su forma fugaz, y vivirlo como categoría espiritual. Crimen, locura, sueño, perversión en estado de gracia y pureza. Se estará más allá de la dominante emanada del prejuicio del bien así como de este otro prejuicio en formación que es el prejuicio del mal. No se tratará de ser maldito, poeta maldito, sino de no temerle a la maldición. Es preciso aprender a superar la experiencia del fracaso como la experiencia del triunfo. Ha habido ya muy bellos ejemplares de raza noble que han sabido superar las adversidades del fracaso, pero muy pocos las glorificaciones del triunfo. Es preciso alcanzar un estado de ánimo tal de llegar a repetir temblando como Raymond Roussel "yo sangro sobre cada frase". En esta tragedia del conocimiento, por iluminación, se llega a la plena certidumbre de que "hay predestinados y he aquí que se siente una quemadura en la frente... La estrella que uno lleva en la frente resplandeciente". Y entonces se está en el corazón de la moral. Yo actúo por la moral.

En este punto, más que disquisiciones en torno a una palabra, creo más significativo para los que realmente tienen el corazón puro, y que están a nuestro lado, recordar la trayectoria de la Poesía Negra gracias al soplo vivificante del grupo Mandrágora en  estas tierras de América y de Chile en particular.

Antes de la aparición de Mandrágora la poesía está dominada por un verbalismo desenfrenado que encuentra su cumbre en él mito americano, en el Loro de Nicaragua, me refiero a Rubén Darío. En él todo se ha sacrificado a cambio de la sonoridad de las palabras, y por lo mismo siendo inferior al propio Verlaine, es incapaz de proyectar una poesía profunda. Un solo nombre, uno solo, Edgar Allan Poe, es rapaz de sostenerse en su propia grandeza: lo demás podredumbre intranscendente, Whitman aún2.

Más adelante surge la punta poética de Chile: Vicente Huidobro, el "sembrador de escarcha", intenta en vano resolver puramente problemas estéticos de una manera simplista. Ataca el automatismo, proclamado por los surrealistas, confundiendo en forma grosera las distinciones elementales entre la actividad poética, la poesía pura y las concreciones o cristalizaciones poéticas (poema). Su creacionismo es un producto de esta confusión y su tragedia es la carencia de substancia ética. Vea, a este señor permitiéndose juzgar a Lautréamont a través de unas cuantas frases. Pero esa falta de problemas terrenos le lleva a un juego de transposiciones, produciéndose una especie de dilatación de la pupila: a pretexto de avanzar hacia el infinito se aparta de los problemas más candentes de la moral y de la época. "Amapola, amapola -Libértanos de la demencia humana", no podía gritar otra cosa quien, en los días calurosos del mes de Noviembre del año 1939, mientras yo seguía mis cursos de Medicina Legal, me acompañara al Manicomio, junto a dos miembros del grupo Mandrágora, Braulio Arenas y Teófilo Cid, el señor Huidobro se escapaba temeroso de ese "espectáculo sucio" para ir a presenciar la exposición de caballos de un hacendado imbécil. ¡Puerco! En tanto, Braulio Arenas y yo, tocados por el mismo rayó de luz, especialmente seducidos por los encantos de la alienada Yolanda Fraga, salíamos mudos, para escribir simultáneamente días después, Braulio Arenas.

A LAS BELLAS ALUCINADAS

Ellas exclamaron el oro la pantera la escarcha
Ellas soplan con intensidad. sobre cualquiera ruta
Detrás de su amor se fijan los delirios
Y un palangrero rueda con anticipación de eco.

Ellas piden sonrientes el olvido y reclaman
A veces con furia la piedad para sus actos
Solicitan la. muerte a voluntad a cuerpo de rey
Agotadas inmóviles aves de la edad de oro.

Una marea de lámparas sube por sus hombros
A solas están frenéticas ajusticiadas por la. Vida
Exhiben sus sueños los copian con sus uñas
Y caminan llevando una copa de agua a sus orejas.

Se sientan frente a un auditor de sombras
Destilan la belleza hablan con gran poder
Reducen el sueño al sol la sed de las esfinges
Y la vida finge sus cúmulos de sangre.

Un haz de luz pregona su sueño Yolanda mientras otras
Luces les encadenan les reducen les rebanan
Los .ojos asociados bajan para beber
Mientras el manicomio de sus senos de nutria.

Estrellas abascantes como migas de armiño
Se dilatan en la plena circulación de sangre
Todos los pantanos con fiebres mistagógicas
Hacen brotar sepulcros de antes del diluvio.

Sus cabellos seduce un suave blancor de liendres
Inspiradas alzando sus ojos para ahogarse
Besándose unas como bellas ficatrices
Protestan con ardor cuerpos desenterrados.

En sus corpiños lacres guardan golosinas
Plumas cajas de fósforos matad los médicos
Matad las monjas las calvas las podridas
Unos ojos abstractos miran crecer el mar.

Ellas tienen cincuenta millas de altura
Y sus pies de trigo en zapatos de llamas
Arden en genuinos lechos giratorios
En las islas vellosas calzadas de crueldad.

Pero nada ecolálica de camisa de fuerza
Erotomanía ideas fijas tribadismo chacales
Buscad con furia pasad por el tamiz
Hechas trizas la muerte mueren desvaloricen.

Grandes comecabellos con aire cercenado
Pálida ajusticiada a quien un susurro hiere
Sigue con más atención que un sabio sus descargas
Que susurran el nombre que piensa despistar.

Y yo:

LAS PEREZOSAS

I

Son tibias turbias y viciosas
Buscadas a nubes a labio a insomnio
Un jadeo una voz cruel
Y hasta una historia para el ramaje impenetrable
Semejante a ese mar insensible de las alucinaciones.

Son tibias en las tardes
El aliento rodea el seno
Que es como una nueva historia
Que es el párpado que endurece
Y que yo mar el cielo expuesto a las perversiones
A la soledad, bruma, saliente muslo
En fin como un cisne que mira su propia caída
Y que yo adoro.

II

Ahora ellas  escupen sus manos
El árbol gigante alrededor de los senos
Hormigueante la voz
Recogidos los muslos
Y aguas espesas les sacuden
Las carótidas.

Sus deseos bajan suben a la frente
Una araña sacudida en el aire
Que es su instinto
Renacen puras, olvidadas y bruscas
El rostro persistente
Movibles los ojos, ahuecado el esfínter,
Negros sus designios
Por el amor ellas se buscan.

Tienen sed, el diente salta,
A partir fantasma
El ojo dormido, adherible al vientre
Luego a sus pestañas
Apretadas bien al árbol, mal sus ropas destrozadas
Se hacen ellas buscables en el sueño.

A mí el amor
Contraía lenguas oscuras de la memoria
Optaba luz, delta, abría la existencia
Comer reír ahorcarse
Partir retrocediendo frente a un espejo
Amarse sin tregua
La libertad.

Yo tenía aun pasables luces abridme los labios
Estaba muro
Puente deseable
Pasaban sin embargo a la luz sueltos los miembros
Reían hostiles hastiadas
Amándose directamente
El ojo al alga
El alga por brazo
Mucho más deseables que el estupor.

IV

Las tibias las turbias las viciosas
Las envenenadoras las adorables
Las adúlteras las coléricas las raptadas
Estáis ahí todas en vuestros residuos en vuestras almas
Os amo
Marcáis vuestras huellas digitales en la carne
Levantáis los pómulos las arrugas el vientre
Seguid caed moved la lengua
Yo os amo yo caigo yo miro caedme
Yo puente yo muro yo soledad
Yo en este castillo adorable
Salvadme.

Otro: Pablo de Rokha, empecinado en identificarse con el alma del campesino chileno y que sólo ha conseguido una falsificación risible. No dejaré yo de recordar ‑cuando su nombre toque mis oídos- la pregunta formulada por él a uno de sus hijos poeta, pregunta que da la nota de su "cultura" de la que tanto se ha vanagloriado: “¡A ver chino!, ¿cómo se llama ese romántico alemán qué escribió las Noches de Young?".

Sin embargo, yo lo constato, cuando él escribía "moriré cuando se me acabe la figura", para mí ya auguraba un canto, pero a renglón seguido, qué digo, a la palabra próxima todo estaba perdido, ahogado en el mar del resentimiento. Sí, en la ola misma del resentimiento, pateado y emputecido por las bestias dominantes del partido comunista, y aún carente de la voluntad de amo para sentirse noble3. Y he aquí por qué su obra, aparentando contener sustancia ética, nunca ha tocado ni tocará lo trascendente: sus problemas todos se resuelven a pequeñas miserias a los cuales él trata de asignarle valores universales, inflando y exhibiendo su pobreza llevada sin ninguna dignidad4. ¿Qué más podría agregarse de un infeliz que como tal se ha hecho llamar “poeta crucificado”?

Pero había necesidad de que apareciera un tercero, para que el ciclo del autobombo y de la fiebre de la propaganda, llevada hasta el envilecimiento llegara a su cumbre, y ello se alcanzaría con la aparición de Pablo Neruda, este sebiento que nadie, aún sin haber conocido la Poesía Negra, no dejará de sentir náuseas por su vida, su obra y su aureola de mierda. Con Neruda queda saturado el volumen de porquería y la integración del grupo de los "tres chiflados de la poesía chilena" como los llamaría un día Braulio Arenas, no debiéndoles, nosotros los de Mandrágora, sino el placer de habernos proporcionado unos cuantos instantes de diversión.

Por último el cuadro de la basura y el bluff queda perfeccionado con las dos siguientes disgregaciones: Humberto Díaz Casanueva, tan cómico como Pablo de Rokha, lanzado en pleno a las aguas turbulentas del arribismo y Eduardo Anguita, empequeñecido como su alma de perro católico, pagándole a Huidobro sus deudas monetarias en artículos de elogio. Horror de esta moral. ¡Mierda para Huidobro, mierda para de Rokha, mierda para Neruda, mierda para Díaz Casanueva, mierda para el mequetrefe de Anguita! ¡Mandrágora los escupe!.

Sólo Rosamel del Valle pudo haber pertenecido a Mandrágora, pero le faltó sangre, juventud y sobre todo se ahogó en un tropicalismo sin salida. Yo copio de él un verdadero poema:

EL CORAZÓN SUMERGIDO

Hay un nido de piel en las paredes terrestres
Donde la memoria se reconoce a sí misma y donde el frío
Sube como la respiración del agua.
Sangre deshabitada y sin naufragio y silenciosa
Lección de angustia y terror de materia y espacio
Donde la sombra y el movimiento se destruyen.
Oh acto de incorporarse desde las raíces y el tallo,
Desde la ceniza y el vello del fuego
Hasta la mano que sale del agua con el temblor
De lo .que acaba de morir.

***

En este estado de cosas el grupo Mandrágora irrumpe desligado de toda conexión, de todo compromiso para con esos valores mediocres que le han precedido, mientras en vano unos cuantos "historiadores" de la poesía se han empecinado en atribuirles la categoría de nuestros "maestros". Mandrágora  ha tenido maestros, y grandes maestros, pero lejos de las fronteras  territoriales en que le ha tocado actuar. Ellos van a la poesía griega, al teatro isabeliano, a la novela de caballería y del terror, al romanticismo alemán; al surrealismo de la mejor hora. Mandrágora quizás ha sido una voz demasiado elevada para oídos tan pobres, como los de América, e incluso sus peleas han sido peleas con fantasmas. Y así las cosas, Mandrágora introduce al habla castellana un lenguaje nuevo y universal: el lenguaje de la Poesía Negra.

Es justamente a partir del año 1935, que empiezan mis conversaciones con Braulio Arenas y mi preocupación por reunir unos cuantos principios en torno a los cuales movilizar a la juventud capaz de conmoverse con la angustia de nuestra época, capaz de comprender la caducidad de todo un régimen institucional, capaz de compenetrarse y afrontar las responsabilidades de la destrucción espasmódica de ese mundo a todas luces hostil. El surrealismo en Europa ha afrontado ya una tarea semejante, y por eso nuestra adhesión se hace en un pronunciamiento categórico. Demasiada razón ha dominado las interpretaciones del mundo fenoménico. Por estrategia proclamamos en forma ilimitada los fueros del instinto, hasta entonces relegado a un segundo plano, para conseguir como resultado el equilibrio entre esos dos principios, mejor aún la desaparición de esa odiosa dualidad que ha impuesto al hombre -a través de periodos sucesivos de la historia humana‑, una jerarquía unilateral en la valoración de los actos.

Así, pues, Mandrágora, en relación su tiempo, más que un problema de conocimiento, ha planteado un problema de la conducta humana.

El surrealismo, hoy dedicado a una tarea de recopilación, aún siendo la mejor estrategia para abordar la realidad, no puede ser para mí la meta de la trayectoria de nuestro pensamiento. Yo admito sus admirables conquistas, pero me es imposible excluir la posibilidad de una táctica o, mejor dicho, de una actitud más perfecta en la captación de esta trágica realidad de hoy. Lejos estoy de Arenas en este punto, cuando él se encierra en un nominalismo, cuyo fondo no puede pasar más allá de lo convencional. Lejos de ese Arenas causante de la dispersión de las mejores posibilidades del grupo Mandrágora. No puedo tampoco olvidar, cómo una de las cabezas más iluminadas de la época, André Breton, haya podido caer en apreciaciones tan erróneas y tan falsas, como la de considerar grande y verdadero poeta a García Lorca.

Por otro lado, Jorge Cáceres (en parte modelador del reflejo de lo convulsivo), se dejaba arrastrar por ese nominalismo de Arenas, no obstante continuar siempre iluminado por su maravilloso instinto poético, por el mismo que un día le hizo comprender y sentir que la gracia de la Poesía Negra estaba cerca de él. Están en mi memoria:

MONUMENTO A LOS PÁJAROS

Ventosa de las Golfas
Que han caminado hacia el bosque
Y aletean al primer estado de abanico
En un carruaje de hijas silenciosas
Y palomas mensajeras
Ellas emigran hacia Repúblicas de copa alta
Hacia hemisferios sin salida
Sus ojos son los primeros cómplices
De sus manos
Al más libre sollozo.

II

Ellas se alargan ellas sueñan
Desconocidas a la sombra de dos alas
Sus gestos son persistentes
Sus linternas son de hojas de Tormenta
Traen el primer soplo del otoño
Y un aire de doble tempestad
Se eleva de sus pies.

III

Plumajes al alcance de un toque de sonrisa
Jardines impenetrables
Donde un primer sonroso se levanta
De un fruto de una hoja
De un golfo solar.

IV

Los pájaros buscan un aire igual
El día semejante la noche sin fin
O la más loca proeza de nieve
Picotean junto a redes tendidas
Sobre el campo de la loba
Cambian los paraísos.

V

La huella de un armiño en las vitrinas heladas
Un grito desposeído y el gesto de la cuerda que danza
Nube o guijarro al fondo de los deltas
Sobre dos cuerdas boreales.

Lo que sea. Mandrágora ha reunido bajo su cetro las mejores cabezas del pensamiento poético del habla castellana de estos días. Su trayectoria llena de sacrificios habla bien alto de ella. Pensad tan sólo en todos esos ejemplares de una auténtica juventud que no han tenido las suficientes fuerzas para resistir la enorme tensión espiritual y de sacrificio que ha significado permanecer fiel a la actividad proclamada por Mandrágora, y han quedado perdidos al lado del camino. Mandrágora ha sido entonces para muchos lo que yo un día llamaría la camisa de once varas.

Otros, como Teófilo Cid, aunque temerosos de la acción, han mantenido su fe inquebrantable en el glorioso porvenir de Mandrágora. No pierdo yo las esperanzas que a ellos les llegue la hora de familiarizarse con el peligro y salten conmigo, con revólver en mano, sobre la escena. Teófilo Cid escribe:

EL AMOR Y LA RAZÓN

Las paredes
Que vierten los tubos negros
Encierran esta cláusula
Esta yerba  de alambique
Sus ojos separados de la historia
Miran quemar los huesos
Las frutas
De las pestañas movedizas
De los hígados marítimos
Que sobre el cielo están
Como el paso de uña cola.

Enciérrenme aquí estoy
Las luces faltan a mis brazos
Cuando muevo las escarchas
De las últimas condicionalidades
Y creo este apetito
Este liquen que no hiere los objetos
Este amor que va a la lucha.

Los mares forman este fondo
Esta farmacia donde los hombres entran
Este éxtasis extra
La penetración rehúsa el gesto
Los ojos son la única cabida
El único tiro al blanco
El manjar más ávido
Una aurora que cae al yeso
Como un ojo.

Te sirvo te sostengo
Te doy este amor sin gusto
Como quien responde al grito
Que sale
De una feria.

Hay, sin embargo, algo de lo que yo no he dudado ni siquiera un solo instante, y es el porvenir que le espera a lo negro. Detrás de esas páginas convulsas que han significado la aparición de Mandrágora sé que existen innumerables jóvenes que trabajan en el silencio y que un día gritarán en voz alta gracias a la Poesía Negra. Lo negro invadirá la política, la historia, la ciencia, la filosofía, la sociología, el derecho, la moda, etc., produciéndose los más bellos collages del pensamiento. Mis amigos como yo estamos asistidos por el entusiasmo. Proclamaremos la guerra como Novalis5, considerándola un acto poético, pero esta guerra proclamada, más que una disolución, implicará una restauración de los valores y categorías morales perdidos. Las nuevas bases sobre el origen de la nobleza se habrán trazado. Aparecerá en la tierra el amo, el tipo de las razas nobles, con su concepción de la raza no como categoría biológica, sino como una categoría espiritual. Yo amo esta abstracción del tipo de las razas nobles, que será más fuerte que el homo economicus.

Quizás éstas líneas han de significar para mí la pérdida de más de algún amigo de otra hora, pero nada puede detenerme. Seguiré junto a ese fuego que es para mí el corazón del peligro. Después de todo, no encontraré más rastros que esos que siempre deja la nostalgia del adiós.

La hora del sacrificio ha de llegar. Nuestra poesía es una poesía de revancha. Sin embargo, cómo me deleito pensando en el más grande desquite de estos seres que alcanzarán los placeres más inefables en las regiones del pensamiento. Mandrágora ha planteado por primera vez el avance hacia su propio cuerpo. Hay que estar listo para la hora de la decisión, para la hora en que haya de hablar como la encantadora Ondina de Lamotte-Fouqué "es preciso partir, decir un eterno adiós a la vida, tan bella como nunca!" (Yo he sabido siempre dar las espaldas a la vida; con un gesto olímpico, cuando todo el mundo me ha creído tranquilizado y acomodado). Será menester entonces exigir a todo poeta negro que al menos tenga el ánimo como para estar dispuesto a saltar en cualquier momento de un segundo piso. Yo me siento poseído por el entusiasmo. Todo poeta negro, a la hora de la señal, sabrá gritar definitivamente: LA HISTORIA DE LA POESÍA NEGRA ES LA HISTORIA DE MI VIDA.


1 G.W.F. Hegel, La Phénoménologie de l’esprit, Editions Montaigne, París, 1939.

2 Como ya lo he dicho en otra parte, en este punto excluyo el nacimiento fortuito en tierras americanas de Isidore Duchase, Conde de Lautréamont .

3 Pablo de Rokha escribía en su  obra Heroísmo sin alegría, con caracteres mayúsculos: “EL COMUNISMO ES COSA DE CERDOS”. En presencia de la carrera dislocada de las concesiones, hacha en esta hora por la Unión Soviética, es bien posible que de Rokha tenga hoy razón.

4 Por otra parte, toda pobreza es indigna de la condición humana.

5 Novalis, Henri d'Hofterdingen

 

Es la primer vez, según tengo entendido, que se publica este ensayo de forma completa tras su aparición en el número 7 de la revista Mandrágora en 1941. Los primeros cuatro párrafos del mismo fueron reproducidos por Stefan Baciu en Poesía explosiva, que en 1973 lo incluye –junto a “Intervención en la poesía”- perteneciente a un libro de ensayos que la edición promete y que nunca llegaría a publicarse: La poesía negra. (Nota del antologador)