NOTAS SOBRE LA POESÍA NEGRA EN CHILE

Hoy como nunca, el juego de las afirmaciones y negaciones, desempeña un papel preponderante y fundamental dentro de la trayectoria del pensamiento. Y es particularmente en la poesía, donde esta lucha adquiere tonalidades de más alta violencia, porque siendo ella la expresión total y repentina de la realidad, pone en movimiento todas las fuerzas –aún las más ocultas y deleznables- que determinan en su conjunto los actos del hombre. Los viejos valores que en otro tiempo ejercieron o pudieron ejercer influencia en el terreno de la poesía, son hoy sometidos a una rigurosa revisión, de la cual es posible que se extraigan algunas ideas que han de servir de línea de conducta para una modalidad resplandeciente de la vida, o bien, son lanzados repulsivamente a la más repugnante de las tumbas. No existe el juego de las banalidades poéticas del a priori.

            En Chile, como en toda América, el problema de la tradición poética, adquiere caracteres desconocidos, para las nuevas generaciones de Occidente. Ellas, allá, han tenido algo a qué vincularse, como también han tenido algo en contra de lo cual lanzar gritos de protesta, algo que escupir, algo que destruir, consecuente con esa necesidad que siente el ser de manifestar su vitalidad, ya sea negando o afirmando. En cambio, las generaciones americanas del presente, poco a poco hemos tenido hacia donde dirigir nuestra vista en el terreno de una cultura autóctona. Dejando de lado, la ilusoria gritería de algunos americanistas de segundo orden, durante los siglos anteriores, merecen sólo destacarse los nombres de Edgar Poe y bajo ciertas reservas y en otro sentido, los de Rubén Darío y Walt Whitman. (Naturalmente, que excluyo el caso de Isidore Duchase, cuyo nacimiento fortuito en tierras americanas, no modifica en manera alguna la índole de estas apreciaciones). Lo demás, falso clacisismo, falso romanticismo, academismo sin remedio.

            Es este orden de cosas, el que logra traspasar los límites del siglo XX: son momias que quieren hablar desde la ultratumba. Inútil esfuerzo. La voz no saldrá de sus pechos. Vanos homenajes, vanas las solemnidades oficiales: al primer soplo ellos ruedan por el suelo fulminados para siempre.

            Sin embargo, es preciso hacer notar que junto a estas letrinas de la poesía, se han  levantado ciertas voces –que si bien, no corresponden a una línea que abarque al hombre en la totalidad de sus actos, especialmente los sancionados por las leyes y la moral imperante- ellos de han levantado en actitud de  beligerancia, manteniendo con el medio una lucha abierta en ciertos aspectos.

            Es así como la trayectoria de la poesía, es más o menos la misma, dentro de todos los países de América. Chile, no logra tampoco escapar a esta generalización. Su siglo XIX y todo el tiempo hacia atrás, es realmente pobre. Es sólo a partir del presente siglo cuando han empezado a formarse ciertos valores de alguna relativa significación, y cuya influencia, en un sector del público, ha logrado rebasar las fronteras nacionales. El juego sigue adelante, y mientras los más se ahogan en un mar de calumnias y de pequeñas discusiones de café, una parte de la juventud intelectual se levanta desvinculada en forma absoluta de estos valores, no obstante los innumerables recursos agotados para  hacerlos figurar bajo la sombra de ellos. Sus cabezas de “maestros” quedan repentinamente flotando en el aire. Esta desvinculación no ha podido ser sino una consecuencia lógica de las posiciones adoptadas por estos “maestros”, ya que unos –tal vez lo de mayor valor- han dado una representación unilateral del  mundo, mostrándolo únicamente en el aspecto afirmativo, bueno, blanco, en el sentido convencional vigente. Los otros, se han ahogado en un verbalismo ignorante y desenfrenado o se han entregado en forma miserable a las exigencias de un público imbécil.

            Dentro de este orden imperante de cosas, la POESÍA NEGRA debía ser proclamada, por un grupo de poetas, abanderizados bajo la denominación de MANDRÁGORA. En efecto, el 12 de julio de 1938, Braulio Arenas, Teófilo Cid y yo, junto a una lectura de poemas nuestros, debíamos hacer pública una exposición de principios sobre poesía, y en general, fijar nuestra posición con respecto a todos los problemas que afectan al hombre. En esa ocasión, no obstante nuestra violenta ruptura con todas las normas de conducta y de los valores establecidos, el público asistente –incapaz de la menor protesta- hubo de soportar todos nuestros ataques, lo que dejó en evidencia, que precisamente estábamos hablando sobre cadáveres, imposibilitados ellos, en forma absoluta, para reaccionar.

            Estas declaraciones –fruto de conversaciones, lecturas y meditaciones sostenidas en común desde muchos años anteriores- hubieron de empezar con un llamado, para efectuar una revisión completa de los valores poéticos universales de todos los tiempos. Esta revisión debía efectuarse con un criterio en que todas las fuerzas íntimas del ser-sin exclusión-debían ser tomadas en cuenta. Era a la verdad, una exigencia cuyos precedentes se remontaban a los mejores tiempos-a unos en que se rompía con un pasado entregado a base de simples convenciones de clasicismo, del romanticismo, del simbolismo, del dadaísmo, del superrealismo.1Obedecía a la necesidad palpitante que siente todo ser de constatar hasta qué punto ciertos valores nos trasmiten sus ideas y actitudes, haciéndose sangre en nosotros.

            De esta revisión debía resultar, que nosotros constataríamos, que estábamos totalmente desvinculados de la poesía de nuestro país, y en general de la poesía de las naciones americanas, para encontrar, al contrario, un nexo de continuidad con otras literaturas, especialmente europeas.2 Así debíamos afirmar entre los autores de nuestras preferencias cuyos nombres de algunos, en este momento bailan en la punta de mi lengua: el de Dante, Shakespeare, John Ford, Marlowe, Swift, Young, Swedenborg, Sade, Lewis, Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Mallarmé, Achim von Arnim, Swimburne, Jarry, Roussel, etc., y aquí en América el nombre solo de Edgar Allan Poe 3.

            En forma paralela, señalamos la necesidad de someter a un riguroso análisis algunos fenómenos y experiencias, al fin de ubicar al hombre con respecto a al sociedad, y en general, frente al universo. Ello, hubo de lanzarnos, primeramente a la investigación del principio fundamental, del principio generador, determinante de todos nuestros actos. Después de muchas búsquedas, debíamos llegar a la conclusión que este principio era el placer, no titubeamos en declarar nuestra conformidad con el Young de las NOCHES: “El placer es el padre de las virtudes y de los crímenes de la tierra: él nos hace desafiar la infamia y los tormentos por él deseamos entregarnos en los brazos de la misma muerte, precipitándonos a ella. Así, este déspota del universo este déspota del universo  es mi maestro: el placer es el objeto de mis cantos melancólicos”. Más adelante, el mismo Young, preguntándose lo que es el placer, habrá de decir: “Es la virtud bajo un nombre más feliz”. ¿No es acaso, todo esto el reconocimiento de un estado de cosas donde ya no es posible distinguir en el orden moral, entre virtud y crimen? ¿Desde qué punto de vista, estrictamente filosófico, es lícita la sanción de éste último? Es admisible, a trueque de ciertas comodidades de orden utilitario la negación de la felicidad, que el hombre puede sólo encontrar mediante la realización de ciertos actos que en la línea del placer signifiquen expresiones de éste?4 Nosotros respondimos categóricamente a esta pregunta, enfrentándonos, presentando campo de batalla a toda voluntad que tienda a coartar la libertad humana. Aún más, ¿con qué derecho entorpecer el paseo fantástico y atormentado de un Isidore Duchase a lo largo de la rue Vivianne? No es en caso su angustia, tan legítima como el sagrado derecho de contar la mejilla en niño o de la contestación brutal a una inocente de diez años. Entonces por qué Lautréamont se le llenan los ojos " de una llama latente y lanzan centellas dolorosas ", mientras que incluso orejas parece retumbar el ruido del cañoneo y " cuando una mujer con voz de soprano, emite su nota  vibrantes y melodiosas "...

Es justamente con el auxilio del psicoanálisis que es posible desentrañar el sentido de la angustia. Es ella como lo afirma Freud una reacción del yo frente al peligro, preciso es aceptar que Lautréamont se siente asediado por mil peligros. Tan grande es la atención de su espíritu, grande su capacidad receptiva para la angustia que parecía que de un momento a otro estallará en mil pedazos por el cielo. Aún me parece oír sus grandes pasos sobre el campo, ver una lámpara que corre en la noche al fondo del Sena. ¡Maldoror, soy yo quien te habla! Soy yo, al que desde hace veinte mil años no ha deseado otra cosa que estar al lado de tu trinchera resplandeciente. ¡No en vano han sido tus locuras delirantes, no en vano ha sido tu inocencia de jaguar! Hoy las hidras son más hermosas y más crueles que otros años. La vida le golpea los ojos, como una reina condenada a presidio perpetuo, graba sobre la pared el nombre de sus amantes. ¡Era yo, o la soledad o la locura, el que tocaba hoy a tus puertas! ¡Es que son otras puertas que yo abro, las puertas de la locura, del amor o del sueño!

Por lo que respecta a la locura, la fría lógica que rige todas sus expresiones, debe ser ubicada igual que la del sueño, en el plano de las delimitaciones entre lo real y lo irreal. Ella entraña siempre un grado superlativo de grandeza y majestuosidad. ¡Por qué he visto yo esta noche a una mujer hermosísima lanzar injurias sobre el mar! No, precisamente no, no es el estado de " cordura " el que pone de manifiesto la lucha formidable ente el instinto y la razón. Por el contrario, es esta zona circundada por espantosos peligros, en ella, donde los problemas alucinatorios, el amor, la locura, el sueño, el mundo sobrenatural, sigue un torbellino horrendo, y en último término van a constituir la médula misma de la vida. No dejo yo de recordar las páginas inolvidables de "Aurelia " de Gerard de Nerval, cuyo parentesco en la línea de lo maravilloso y alucinatorio va estrechamente enlazada a "Ligeia " de Poe y a dos cuentos de Achim von Arnin, "Isabel de Egipto" y "Los herederos del Mayorazgo".

 Que el amor, tanto en sus formas pecaminosas y execrables, como cuando él se expresa en formas puras, se alimenta en su clima obsesionante, del mito, de los fantasmas o de la magia, eso es evidente. Pero a estas regiones no se arriba sin dolor. No pocas torturas todas ellas en estrecha relación con las partes más sensibles del cuerpo será necesario soportar para llegar a volverse mago. Yo leo en la "Isabel de Egipto": "Pero, por más que ésta fuese una de las más simples operaciones de la magia, ella presentaba, sin embargo, extremas dificultades. La magia, en efecto, demanda un rudo aprendizaje. ¿Quién podría hoy afrontar todas las pruebas a las cuales es preciso someterse para tener la Mandrágora? ¿Quién podría cumplirlas con éxito? “Y a esta pregunta la respuesta que sigue: "Es preciso una joven que ame con toda su alma, que olvidando todo el pudor de su rango y de su sexo, desee ardientemente ver a su amado... ".

No dejo yo de sorprenderme de las palabras proféticas de Rimbaud –se entiende del Rimbaud anticristiano, que reniega contra la familia, la moral y las leyes- “pero se trata de hacer el alma monstruosa”. En efecto, estas palabras de Rimbaud, tienen la virtud de presentar el problema, en su punto más candente. Puesto, que la crueldad, el vicio, el crimen, el mal congénito, la violencia, sirven para poner en evidencia la vida, es señal que ellos no son sus contrarios. Por la inversa, la práctica de estos actos, implica una intensificación de vitalidad, sino ¿cómo explicarse que los ejemplos de la crueldad del crimen, del mal congénito o de la violencia, produzcan mayores efectos que los de la virtud? Las mejores páginas de Dante, las más intensas, las vividas, son las que él habla de las torturas del hombre en el infierno; Swift, lleva el refinamiento de la maldad hasta en los actos cotidianos, los más insignificantes; Lewis, se regocija desflorando a una doncella, dentro de un sepulcro, rodeado de cadáveres; Young, es sublime cuando habla de las tinieblas y del placer; Sade, es profundamente lúcido, cuando deja hablar a sus héroes, al marqués de Bressac, a la Dubois en la tortura de Justina; Baudelaire, es el “rey de los poetas” cuando escupe sobre la moral; Swinburne, es exquisito, cuando deja arrastrar su sensualidad, por instintos crueles; Lautrémont es ángel cuando sueña un mundo poblado por piojos, como granos de arena tiene una playa, torturando al género humano y en muchas otras ocasiones, etc.

Yo amo a la mujer; pero, por sobre todas las cosas, amo con todas mis fuerzas a la Mathilde del “Monje” de Lewis, a la Dubois, a la Marquesa de Brinvillers y su maravillosa “recette de Glaser”, a la Violette Noziére, no en vano cantada por el superrealismo de esta hora. Amo a mi madre, porque veo en su alma, el desarrollo de los más puros sentimientos de maldad y de dureza de corazón. Lo juro, que es esto la única razón que me atrae hacia ella. Amo a los criminales, que sin descansar, siquiera un minuto, durante cinco años, fraguan un crimen a la perfección. Amo a los viejos sabios, que inventan los métodos rápidos de la locura. En fin amo a la gente que odia a los burgueses, a los policías y a los cristianos. Yo afirmo la libertad absoluta de todos los instintos del género humano. Yo exijo, a los propugnadores de sanciones, que se demuestre, ¿cuáles son en último término los fundamentos del crimen; con relación a qué la sociedad declara su repudio; qué es lo que se antepone una vez desterrado definitivamente de la tierra? Mientras el argumento de Sade, no sea destruido, en orden a que el crimen no es contrario a las leyes de la naturaleza, toda medida de repudio, será tachada de injusta. En efecto, si ante los ojos de la naturaleza, cada ser, cada animal, vegetal o cada cosa, está dotada de una cantidad fija de energía, es imposible de destruir... el atentado que se efectúe sobre un semejante, no significa esto, su aniquilamiento, puesto que el se reproducirá en una mosca o en una lechuga; no significando, por lo tanto, otra cosa, que un simple cambio de formas. Ahora, como hasta el momento, no se ha demostrado que para la naturaleza existen formas de un valor superior a otras, sino que por el contrario, todo lleva a pensar, que ante sus ojos todas tienen un mismo valor, no se divisa la razón porque el cambio de un ser en otro pueda ofender a las leyes de la naturaleza. Todo esto, por lo que toca al aspecto filosófico del asunto. Ahora, si nos detenemos a considerar el proceso sicológico que se realiza en el ser, desde los orígenes de la angustia individual hasta el tránsito de ella a las expresiones de violencia, los fundamentos invocados, para la sanción de estos actos pierden todas sus fuerzas. En el orden moral, sólo podría quedar en pie, la legítima venganza. Entiendo yo por legítima venganza, la disposición del hombre, que habiendo llegado su angustia a un coronamiento tal, le permite manifestarse, en un sentido negativo para los valores establecidos, bajo ciertas expresiones, tales como la risa, el terror, el suicidio, la revolución llevada a todos los órdenes de cosas. 5  No viene a ser, por lo tanto la violencia, sino el desencadenamiento repentino, de todas las energías concentradas y dirigidas hacia un mismo objetivo. La ruptura con el medio, se produce al amparo de ciertas imágenes organizadas y desmesuradamente ininteligibles a primera vista. El espíritu ya no argumenta. La razón por lo tanto está saturada. Bastará el menor gesto que contradiga al espíritu, para que él reviente en los actos más brutales, como el disparo, el insulto, la bofetada, el escupo. Yo aplaudo a esta gente que escupe a sus semejantes en pleno rostro. Yo amo, a los que cegados por la cólera, disparan a las cuatro direcciones. A los que de algún modo, y sin reservas de ninguna especie, lanzan el rayo fulminador contra el enemigo que se aproxima o que se escabulle con la sombra de su propia infamia. Yo no me quedaré al lado de los pacíficos, al lado del animal doméstico, cuya disgregación en el mundo perturba la respiración de mis pestañas. Yo salto por una cadena de peligros; me siento; grito; respiro a grandes trancos, le arranco los cabellos a la noche, ¡es Ud., querido amigo, tan bien educado como para dejarse torturar o entregarse a una muerte a fuego lento? Sin embargo tú te ríes, ¡entiendes! te ríes. La risa, este “líquido cualquiera”, este símbolo alegre en que tú deambulas por las calles del terror; que te permite marchar por entre una noche terriblemente obscura, coronada la cabeza por una aureola de espanto, mientras un viento, a no dudarlo proveniente de la misma muerte, sopla a través de tus cabellos erizados; te sientes tú entonces posesionado por la idea de un crimen feroz. Éste es tu canto, tu hermoso canto, el más hermoso, puesto que es tu instinto que habla por la boca de quinientas generaciones de gavilanes. Desde este mismo instante tus labios serán más eternos que las pirámides de Egipto. Todo será como el ruiseñor y el criminal que sólo cantan en la noche. El canto es ya una risa prolongada. Se prolonga tanto que yo me atrevería a decir  “socavad los espejos, pues no habéis perdido tu sagrado derecho de vender tu alma al diablo. No tiembles; no pierdas el compás de tus amígdalas hinchadas; que tu mano sea la orden inmutable del terror físico; que tus ojos y tu oído no retrocedan ante la visión del terror cósmico; masacra tu cuerpo, cuando el placer te lo exija: suicídalo”.

Vuelvo a insistir: si es el terror cósmico, el espectáculo ofrecido a los ojos del hombre, por la caída abismal del objeto, con los consiguientes relámpagos, el suicidio es la coronación de este placer. Yo no lo admito, bajo ninguna otra forma, que no sea la de una afirmación de la vida, como yo la entiendo, es decir, como una sucesión ininterrumpida y ascendente de grandes actos que tengan por característica la extralimitación del principio del placer. 6

            Ahora, por lo que hace a la Revolución agregaremos: cuando se haya logrado encauzar el sentir de las masas proletarias, bajo la dirección ilimitada del principio del placer, entonces ellas estarán capacitadas para llevar la revolución a todos los órdenes de cosas. Mientras tanto, el poeta “negro”, no ve en la Revolución, sino la realización inmediata de todos sus conflictos individuales, de toda la gama de problemas que le estrangulan. Por lo tanto, él estará al lado de todo acto que implique el desmoronamiento de los principios básicos de la sociedad presente hasta llegar al completo derrumbe de todo el sistema institucional vigente. Por eso estamos contra la burguesía, contra el fascismo–mientras éste sirva de protección a las instituciones eternizadas por el régimen capitalista- contra la familia, contra las leyes, contra la religión, contra la moral y contra los revolucionarios de pacotilla. 7

            La Poesía Negra exige de todo régimen político –y con mucho mayores razones a los regímenes políticos de avanzada- que se proporcione a todos los individuos el mayor grado de vitalidad. Esta vitalidad debe expresarse en una serie de actos ininterrumpidos. La felicidad está en el peligro, amigos míos.

            La Poesía Negra, con respecto a la psicopatología, reconoce en ella un instrumento valioso, para la exploración de las zonas oscuras del alma, un instrumento que facilitará al poeta la búsqueda y el socavamiento de su instinto poético, pero se niega categóricamente a someterse a los procesos curativos. Ella no pasará de ser, para el poeta “negro”, sino un campo amplio y propicio, en donde podrán tener lugar, las más sorprendentes experiencias poéticas.

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¿Cómo habrán de ponerse en ejecución en el poema, todos los postulados precedentemente enunciados? –Hasta el momento, el mejor instrumento, el más seguro, consiste en el empleo de la palabra. Ella permitirá la trascripción de todas las direcciones del alma- los catados puros y los execrables. Pero yo prevengo a los que por primera vez se inician en el juego desenfrenado de la palabra, a los “amateurs” en su uso, de los peligros a que ella arrastra. Al menor descuido ella se transforma de pronto en un nudo corredizo alrededor de las gargantas, y entonces todo está perdido.

Cuando yo digo –y en esto me acompaña el acuerdo unánime de nuestro grupo “MANDRÁGORA”- que el poeta debía sentarse a escribir con un diccionario bajo su mano, pareció esto la herejía máxima, y aun se nos llegó a tachar de cierto género de pedantería. Pero a la verdad, se nos juzgó –y aún se nos juzga- con demasiada ligereza por aquellos que hacen de la mala fe y de la calumnia su oficio. (No excluyo a los tontos, que a menudo, usan como recurso la bondad). Porque en el momento mismo en que el poeta se decide a escribir un poema, su mente es ya víctima de sus deseos. Bajo su presión, bajo los rayos resplandecientes y fascinadores del instinto, la mente trabaja vertiginosamente: vista, oído, tacto, olfato y gusto están alertas. Aún podría suceder que mi vista –yo doy primacía a este sentido- repasara todas las palabras del diccionario sin que fuera posible detenerse en NINGUNA de ellas –porque el estado actual de mis deseos non encontró sus “moldes”- entonces, yo tendría que repasar toda la escala de SONIDOS imaginables, hasta encontrar el equivalente de mi estado poético. Este “azar” que dirige en estos instantes mi vista, constituye la clave de mis más mínimos actos. Con esta elección se ha dado el impulso inicial al poema, su suerte está ya jugada. En seguida, lo bello toma cuerpo, merced al agrupamiento de las palabras. Será preciso entonces un dominio en los procesos de asociación. ¡Que sean quebrantadas las leyes ordinarias de la asociación! Lo bello salta a mis ojos gracias al imprevisto, para el que yo he preparado mi espíritu. La imaginación entonces lo invade todo, y mi cerebro y todos mis sentidos se propagan en los más exquisitos deleites. Porque –digámoslo de una vez por todas- si alguna vez existió la belleza para la poesía, fue precisamente bajo estas formas alucinatorias del placer.

El ritmo, hasta hace poco, considerado como el núcleo central de toda poesía, de última instancia en la comprensión y en la penetración de los fenómenos fundamentales del universo –él solo en estos momentos no puede ser capaz de una “versión” de lo absoluto, que son justamente nuestros deseos– a menos que no llamemos RITMO a nuestra imaginación, y especialmente a los delirios, que son a la locura como el fogonazo al disparo. 8 Naturalmente, yo en ningún caso me he referido a lo que algunos pobres diablos se han dado en llamar “ritmo”, el que consideran –vergüenza da repetirlo- como un simple campanilleo.

Reunidos así todos los elementos fundamentales, y adquirida, por lo tanto su objetividad, el poema se habrá incorporado definitivamente a las fronteras de lo real, con lo que habrá sobrepasado el simple estado de fuga de ideas –más preciso, fuga del pensamiento. La palabra conservará toda su nobleza, su dignidad; ella en su profundo hermetismo será puro placer, y para felicidad del poema el enigma deberá ser llevado adelante hasta donde sea posible, ¡Serán los mejores tiempos de la poesía!

De un peligro es preciso ponerse también en guardia. Él fue en cierto modo señalado por el surrealismo: la introducción de tachaduras puede arruinar el principio de la inspiración total. 9 Sin embargo, estas tachaduras podrían valer por sí, en forma independiente del poema en el cual han sido introducidas. Constituirían algo así como un poema dentro de otro poema. Psicológicamente este fenómeno encuentra su razón de ser, en el hecho de formarse dentro de una misma entidad, dos direcciones simultáneas del principio del placer. Hablando de una manera gráfica, podríamos decir que en este caso habría una superposición de poemas.

El método indicado, permitirá a las generaciones presentes y venideras, la realización de las más sorprendentes creaciones, las más profundas, las más intensas, que jamás ojos humanos vieron en materia de poesía. Si la poesía actual no alcanza el significado que en definitiva nos proponemos, ella no tendrá nunca razón de ser en este continente. ¡Vosotros poetas que pisáis las playas americanas sois responsables!

***

            A principios de estas notas cité yo los nombres de algunos de los poetas que trabajan en Chile por la causa de la POESÍA NEGRA. Efectivamente, Braulio Arenas, como ningún otro poeta, ha logrado en este país, bajo una atmósfera netamente poética, una penetración más intensa en las regiones del sueño. Toda su vida, su amor, su locura, su crueldad, su fuerza moral, toda la grandiosa tempestad de sus pasiones, ha sido puesta al servicio de la poesía. No podríamos hacer en él un corte entre la vida real –entendamos transitoriamente vigilia- y el mundo de los sueños. Sólo podríamos aplicarle en este momento la maravillosa fórmula de Gerard de Nerval –“derramamientos de sueño en la vida real”. Si no, recordemos su novela “El castillo de Perth “, en el cual, en ciertos instantes, los hechos  de la vida real se suceden con una velocidad superior a la que ocurren los sucesos del sueño. Yo enlazo algunos de sus mejores pasajes a la historia maravillosa de Edgar Poe “La caída de la casa Usher” (léase: “El castillo de Usher”) y con él, la Radcllife y muchos otros, para evitar enumeraciones, forman la cadena de la novela del terror, de la poesía del terror. Un azar desconcertante, las comunicaciones telepáticas, el castillo llameante, tragado por las aguas, todavía están en mi memoria. Y si saltamos de la novela al poema, no dudaremos de la perfección que alcanza su principio inspirador:

Dictadme sueño sacad vuestras armas
De las norias
Sacad vuestra luna de presa
Negando
Al último reflejo de la luz disponible
Asfixiante para nosotros.

Y del sueño al delirio, y del delirio a la locura, todo hace presagiar un clima extraordinario, “bizarre”.

Cuerpo sobre el cual te apoyas para escribir
Con más velocidad que la vida
Es para el que debe ahora
Enumerar el ejemplo de las palabras
Y de  la vida que ocultamos es la mejor
De todas las posibilidades llameantes.

            Con no menos dedicación Teófilo Cid, ha ofrecido su vida a las exigencias de esta poesía que no pone límites en el orden del sacrificio. Y esto, porque ella se opone todo el criterio informante y todos los convencionalismos simplistas de una sociedad que llega al grado culminante de su crisis. Como él dice en su artículo “Continuadores del sueño”: “Es preciso la experiencia profunda de la poesía. El crimen, el incesto, lo negro, son manifestaciones más altas de lo absoluto de nuestra personalidad”. No creo yo, que haya alguien que pueda aventajarle en este continente en el terreno de la novela y de la narración corta. Su relampagueante estilo, su intensidad, su elegancia, su conocimiento profundo de la literatura, su manera de estructurar lo NEGRO, reservan insospechables sorpresas en todos los géneros de expresión que ha invadido la Poesía Negra; agregado a esto que él es un auténtico poeta, no caerá en el fango de un determinado, defendible la mayor de las veces por el buen o mal uso de la técnica:

Nada es osadía en este mundo de los muertos
Los ojos se vuelven adelante
Las bocas se inclinan hacia atrás
Queda un aire de marina entre los párpados.

            Por mi parte, me he afanado yo en la búsqueda medular de lo diabólico. He intentado con un espíritu profundamente despierto, una penetración de las regiones oscuras del alma. He procurado diseñarlos con un método semejante al de los Rayos X*. Esto fue para mí la gran revelación. He podido así decir:

Muertas escupidas con los sueños pervertidos
Las levaduras al fondo de sus ojos
Cortar la adormidera la tarántula
De los buenos amigos
Y las inflorescencias más espantosas
Que la misma noche.

            He experimentado sobre lo extraordinario. Imaginad a una ciudad moderna invadida de noche por los reptiles. He lanzado la imagen al poema, duramente, despojada de mayores argumentaciones y defendiéndose por sus propios atributos. He intentado una combinación de las sensaciones de repugnancia con las de inocencia. Pude decir así en mi poema “La merde souriante”:

Esta vez ella se levanta
Un gran vaso de pestañas le sirve de alimento
Baja también su mano
Pero sus cabellos se transforman
Lentamente
En vapores dulces.

            Y esta experiencia unida al misterio, y éste a la fantasmagoría y la fantasmagoría a la videncia y la videncia al amor y el amor a la crueldad y ésta a otra y otra y otra y otra.

            Junto a nuestros nombres, debo citar al de Jorge Cáceres, aun muy joven, pero para suerte de su poesía, tocado por la gracia de la Poesía Negra. Ha podido escribir y a la vez transvasar imágenes con una finura propia, versos bellísimos:

Estar entre las fieras de gritos de nieve
Ellas me saludan
Ellas son la llegada del océano de un gran día
El más bello y el más orgulloso pájaro de uvas.

            Hoy también derivan toda su fe, su vida, su sangre entera hacia lo negro: Renato Jara, Mariano Medina, Fernando Onfray, Gonzalo Rojas, Carlos de Rokha y Mario Urzúa. Sé que hay muchos otros trabajadores silenciosos que irán aflorando en el porvenir, y sin duda alguna nos ayudarán en la liquidación definitiva de toda una corrida de idiotas que se han dado en llamar nuestros “enemigos”.

            Los tiempos que actualmente corren en  el mundo, el orden imperante, la consumación de los valores morales, el fuego, el hambre y el frío exigen una preparación especial para el peligro. Por lo tanto, todo hombre que sienta vibrar en los profundo de su ser, el instinto poético, debe inevitablemente derivar hacia la Poesía Negra. El que no comprenda el glorioso destino de la Poesía Negra –que es el de toda poesía- es un imbécil.


[1] “Declaración” y “Poema 1000103” fueron publicados en “Total” N°1, Enero, 1936. la dirección de dicha revista estaba a cargo de Vicente Huidobro.

* Ver nota a “Testimonio de un poeta negro”.

1 El surrealismo es lo que para Baudelaire fue el romanticismo: la expresión más reciente de la belleza.

2  Cierto sector de la juventud “intelectual”, ha buscado su punto de apoyo en autores “modernos” españoles. Ese solo hecho da la nota de cuanto ellos valen. Por ejemplo, el cretinismo de nuestros romancistas y otras basuras por el estilo.

3 Próximamente publicaremos nuestro “Boletín bibliográfico de la poesía negra”, que comprenderá todos los países y todos los tiempos.

4 Lo bueno es todo aquello que lleva al placer; lo malo, lo que se opone a dicho acto.

5 Desde los diez años, cada joven debe aprender a dormir con un revólver debajo de su almohada. Seguid este ejemplo: cuando uno de los componentes del grupo MANDRÁGORA toma un revólver en su mano, es justamente para disparar.

6 Entre los suicidios más simples y que producen mayor placer yo recomiendo la horca.

7 Sería interesante preguntarse aquí en Chile, qué es lo que se puede hacer con la mayor parte de los militares.

8 La base imprescindible de los delirios, radica en la imaginación.

9  André Breton et Paul Eluard –“Notes sur la poesie”- “Le Surrealisme au service de la Revolutión”, Nr.12, 1920.

* “Rayos X”, título de una de las secciones del primer poemario del autor: Las hijas de la memoria (1940). (Nota del antologador

 

Es la primer vez, según tengo entendido, que se publica este ensayo de forma completa tras su aparición en el número 7 de la revista Mandrágora en 1941. Los primeros cuatro párrafos del mismo fueron reproducidos por Stefan Baciu en Poesía explosiva, que en 1973 lo incluye –junto a “Intervención en la poesía”- perteneciente a un libro de ensayos que la edición promete y que nunca llegaría a publicarse: La poesía negra. (Nota del antologador)