"La Mandrágora opera con la virtud de una leyenda"
-Braulio Arenas contesta las preguntas de Stefan Baciu-
por Stefan Baciu
Al lado de Enrique Gómez-Correa, el poeta chileno Braulio Arenas es uno de los más destacados representantes del surrealismo latinoamericano y, además, "co-inventor" de la Mandrágora, que al correr de los años ha conseguido mantenerse pura e intacta, hasta llegar al punto de ser una de las más genuinas corrientes poéticas del Continente Latinoamericano.
Después de publicar, en 1975, sus Actas Surrealistas, que constituyen una de las preciosas contribuciones al cincuentenario de la publicación del Primer Manifiesto Surrealista de André Breton, Arenas entra de nuevo en la arena, con una finura y un espíritu crítico que hacen de este libro una de las mejores contribuciones a la literatura sobre el Surrealismo.
Tiempo de preguntas, nuestros días representan un momento de balance, incluso para un movimiento tan poco ortodoxo y tan poco amigo de los balances como fue y todavía es el Surrealismo.
Cuando se trata de indagar y de saber lo que ocurrió en el Surrealismo chileno, sólo dos voces autorizadas pueden ser oídas hoy día: la de Enrique Gómez-Correa y la de Braulio Arenas, quien, muy generosamente atribuye a su compañero y amigo un "certificado de fidelidad" y una total devoción a la "causa".
La voz de Braulio Arenas es una contribución indispensable para el conocimiento de la corriente surrealista no sólo en Chile, sino en toda la América Latina.
Autor de varios libros de prosa y de una obra poética de primera magnitud, coautor del AGC de la Mandrágora que es hoy día un libro-clave, el poeta Arenas contestó a nuestras preguntas con la exactitud del crítico y la emoción del poeta. Por esto, sus palabras tienen doble valor.
S. B.: ¿Cómo y en qué circunstancias nació la Mandrágora?
B.A.: Es difícil señalar una fecha de nacimiento: para mí, Mandrágora venía directamente del Surrealismo; estaba en la voluntad de unos cuatro o cinco escritores chilenos que naciera; no consignamos su aparición con un manifiesto; y tampoco llevábamos actas de sesiones (aún más, creo que nunca celebramos sesiones). Recuerdo, no obstante, que hacia 1932, yo intercambiaba las "primeras ideas" con Teófilo Cid y Enrique Gómez, las que tomaron un carácter más firme en 1935, celebrando una especie de bautismo en 1938, al leer poemas y textos -que bien podrían pasar por surrealistas- en la Universidad de Chile. Precisamente ese último año nombrado, publicamos la revista Mandrágora, algo así como unas hojas volantes de trajinante vida continuada en 1942 con la publicación de los dos números de Leitmotiv. Conjuntamente con esto, vieron "la luz pública" otras hojas eventuales: Defensa de la Mandrágora, el catálogo de la Exposición Surrealista, 1941, de la Biblioteca Nacional (Braulio Arenas y Jorge Cáceres) y el No.1 (y único) del Boletín Surrealista, publicado ese año. Señalo también, bibliográficamente, la publicación de libros de Cáceres, Cid, Gómez y míos.
S. B.: ¿Al correr de los años, quiénes fueron los más fieles y más constantes y quiénes los desertores?
B. A.: La muerte hizo desertar a Jorge Cáceres y a Teófilo Cid, la carrera de profesor hizo desertar a Gonzalo Rojas, la vida hizo desertar a Braulio Arenas: de ese modo, Enrique Gómez ha sido el más fiel a la Mandrágora, hasta la hora presente. Con respecto a deserciones, y con respecto a la vida, no deja de ser peyorativo decir que se ha dejado el Surrealismo por la vida, como quien deja la presa por la sombra. ¿Es Rimbaud un desertor de la poesía? Cuando una "idea" se convierte en obsesión y se transforma en una "idea fija", cuando una idea empieza a echar muros, entonces se la cambia por otra idea más liberadora.
S.B.: ¿Quiénes -en las letras chilenas- fueron los amigos y quiénes los enemigos de la Mandrágora?
B. A.: En Chile, se produce el fenómeno asombroso de una muy ceñida concentración intelectual, fenómeno no sé si observado en otros países. Así pues, a pesar del ánimo beligerante que presidía las actividades del movimiento de la Mandrágora, y a pesar de la mala cara que nos ponían los escritores partidarios del "realismo socialista", y a pesar también del combate frontal que contra ellos sosteníamos, no puedo decir que nuestro movimiento tuviera enemigos tan encarnizados como para mandarnos a Siberia o llevarnos al paredón.
S. B.: Es muy frecuente que se mencione el nombre de Neruda entre los poetas "surrealistas" de Latinoamérica; ¿cuál ha sido la verdadera posición de este poeta frente al Surrealismo y a la Mandrágora?
B. A.: Entiendo que la poesía de Neruda marchó por un camino muy apartado del Surrealismo (el Surrealismo ha seguido en toda ocasión un camino sin parapetos), y la menor confusión de propósitos acaso se deba a la relación del poeta chileno con algunos escritores, Louis Aragon, Paul Eluard y Tristan Tzara, entre otros, cuando éstos ya habían abandonado el Surrealismo.
S. B.: ¿Y cuál la de Pablo de Rokha?
B.A.: Pablo de Rokha, autor de reveladores poemas (ver su antipoético libro: U, entre otros), nos prestó una amistosa hospitalidad en su revista Multitud, la que todavía agradecemos con un conmovido recuerdo.
S. B.: ¿Y cuál la de Rosamel del Valle, quien, en realidad, estuvo muy cerca del Surrealismo?
B.A.: Evoco a Rosamel del Valle, en 1929. Circulaba entonces, por la calle, un oxígeno de refrescante juventud. Concurría con él a la Librería Francesa, y ahí adquiríamos, en su momento, los libros y las revistas surrealistas. Rosamel publicó ese año su País blanco y negro de admirable consonancia con el "lugar metafísico" de Nadja o de Le paysan de Paris. Sitúo a Rosamel del Valle, y asimismo a José Antonio Ramos Sucre y a José María Eguren, en la plenitud de la "atmósfera" surrealista.
S.B.: ¿Cuál es -a su juicio- la contribución más importante de la Mandrágora a la poesía de Chile y de Latinoamérica?
B.A.: Creo que la influencia de la Mandrágora, sobre poetas latinoamericanos posteriores a su tiempo, ha sido más bien latente que ostensible. Y eso está bien. Por excelencia, los poetas deben ser los creadores de su propia obra, sin necesidad de árboles genealógicos. La Mandrágora opera, en cierto sentido, con la virtud de una leyenda como si un grupo de hombres australes hubiera intentado llevar la poesía "hasta sus últimas consecuencias", hasta donde el sueño y la vida cotidiana dejen de oponerse contradictoriamente.
S.B.: ¿Cuáles han sido, según su opinión las manifestaciones surrealistas más importantes en Latinoamérica?
B.A.: En un estado pre-surrealista, esto sin mencionar las culturas aztecas, mayas o incásicas, y para venir al presente, manifiesto mi admiración por la obra de Eguren y de Ramos Sucre, por la pintura de Pedro Figari, por la novela de Carlos Lamarca y Bello (Los horizontes del bien); y, dentro del ámbito más fundamentalmente surrealista, por la aparición de Leonora Carrington y Remedios Varo, por la poesía de Octavio Paz, Aldo Pellegrini, Enrique Molina, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen.
Sería injusto olvidar otros nombres y otras tendencias, en nuestro Continente, que han mostrado su carácter creador. Los lectores deberían establecer su propio índice onomástico.
S. B.: Ud. Braulio Arenas, abrió recientemente su "cajón", con el libro Actas Surrealistas; ¿De qué manera ubica Ud. a la Mandrágora en el Movimiento Surrealista mundial?
B.A.: Para conmemorar los cincuenta años de un movimiento tan poco amigo de homenajes y aniversarios, publiqué las Actas Surrealistas con todos los papeles que guardaba en un cajón de mi escritorio. En alguna medida, a través de esta "antología de calofríos", quise, por capricho de viejo, mirarme por un segundo en el espejo de mi propia juventud.
S.B.: ¿Cuáles son los nombres-clave de la poesía surrealista de lengua española?
B.A.: Me gustaba el brandy (el brandy mucho brandy, de Azorín), sin que me preocupara ni poco ni mucho de que este autor nos advirtiera que su obra era una "comedia surrealista". Asimismo, hay cantidad de excelentes poemas de Vicente Aleixandre (¡y para qué decir nada del amor y la memoria, de Dalí! ), a pesar de que dicho autor calificara sus textos con el cursi nombre de poemas "superrealistas". Agreguemos el oscuro dominio de Juan Larrea, y su otoño IV el obsequioso.
S. B.: ¿Cómo se auto-define Ud. mismo, como poeta, prosista y pintor, en el panorama surrealista?
B. A.: En realidad, a lo largo de toda mi existencia, he intentado siempre buscar la manera que más me acomodara. Se podría decir que yo no busco: me busco. Cuando esta manera corre el riesgo de convertirse en manierismo, entonces la abandono. Cuando comprendí que me repetía en textos automáticos, como un burro dando vueltas en la noria, entonces escribí el Discurso del gran poder, sujeto este poema a un orden arquitectónico. Escribí novelas sentimentales: Adiós a la familia, novelas de asuntos bíblicos: La promesa en blanco, novelas de locura: El laberinto de Greta, novelas experimentales (¡qué palabra más idiota!): Los esclavos de sus pasiones, novelas negras, góticas o del terror: El castillo de Perth, novelas de sueño: Berenice: la idea fija, novelas de adolescencia: La endemoniada de Santiago, poemas geográficos, hice collages (esperando una jubilación que nunca llega por mi ineficacia para haber conseguido un puesto público), etc., etc.
S. B.: ¿Cuál es el balance de las actividades de la Mandrágora, pasados casi 40 años desde su fundación? (1938/1975).
B.A.: La Mandrágora fue una gran parte de mi juventud, acaso la más luminosa: ¿cómo se podría hacer un balance del amor, de la libertad, del sueño, de la poesía?
en: Baciu, Stefan. Surrealismo Latinoamericano. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1979. pp. 33-38