LAS CEBRAS INHALANTES

Era un día de verano
Apretado
Nadie vagaba en torno
Las sonrisas peloteaban como en celo
Las rosas eran
Granes cebras inhalantes
Una llovizna de diurna telepatía
Fue para muchos
Un grito

Yo vi entonces
Que nadie caminaba derecho
El cerebro apelotonado

 

Revista Mandrágora número 5. Santiago, Chile. Junio de 1941.