IV

 
 
El espejo me alumbra cuando lo miro.
Traga, entonces, la luz del cuarto obscuro
Donde nada mi presencia como un pez irremediable
Y en las brazadas de calor que mi ser expande
Crujen las crenchas del cochayuyo.

  Es un ámbito de agua celestial sobre el pecado,
Sobre el convulso cristal donde voy nadante,

  Surgido de mi propio misterio como un pescado.
El espejo traiga mi inocencia, mi natal paisaje.
Y sobre el corazón me siembra un astro
Para guiarme a través de la memoria
Y sus aguas que la mecen, como a un vaso.

  El espejo arrulla a mi semblante
Con su caricia deslumbrante
Y lo rejuvenece.

  ¿Qué es un espejo? Vana ciencia la que trata,
Definiendo lo que surge del misterio,
De buscar la raíz de lógica educada
Al destello de los cuerpos.

  El espejo será siempre una morada irracional,
Habitada por un ser que es un reflejo,
Una simple emanación virtual.

  Canción                    (Inclinado en un vado de azogue
                                 Respiro el perfume de espejo que nace de ti).

 
 
*
 
 
El azogue es la materia mágica que tiembla.
Pesado, como un cortinaje,
Más allá de los párpados abiertos
Espera que una mano precursora lo levante
Y dé una luz de lámpara al paisaje.

  Lo constituye un aspecto abstracto
Con su claror de témpano amarrado
Y las duras crispaciones de sus columnas.
El espejo es la abundancia.

  Más que la bestia es el hombre
Porque tiene espejos en los terminales
De sus nervios, donde
Se humanizan los paisajes.

  El acto de reflejar es el acto por excelencia
En cuya arborescencia
Trepa el ser desde la causa a la consecuencia.

  Mediante la soledad
Que crispa las columnas del espejo
Brillan las presencias como témpanos
Y brota el candor del pensamiento,
Desbordándose en rosas
Desde el fondo del cerebro.

  Reflejar es la única intención transparente
En el árido desierto.

  Reflejar los rostros que se asoman al brocal
Como el -astro de la fábula
Que era luna y que era queso frumental.

  Reflejar las raíces y los troncos enhiestos
En un puro fulgor elemental
De transeúnte espejo;
Reflejar el paisaje que llevamos
En lo más hondo de los nervios.

  Recuerdo un espejo de aguas azules
Donde las colinas se abren
En suspiro entrecortado
De emoción y de celaje;
Recuerdo la visión de ese paisaje,
el Budi otoñal en donde
Augusto Winter convirtióse en ave.
El Budi con sus cisnes inalterables
Pese a que el capullo de su plumaje
Fue disuelto por los vientos otoñales.

 
                        (¿Cómo olvidar que en el curso del Toltén
Canción          Inclinamos los dos juntos, sombra amada,
                        La cabeza para ver
                        Nuestra alegría reflejada?)

 
 
¡Qué dulce monstruo reflejamos!

  Siguiendo la ruta de las montañas
Crúzase el Villarrica,
El Calafquén, el Riñihue y el Rupanco,
Hasta el vórtice del Ranco.
En esos espejos se miró mi adolescencia,
Entre galas de humedad y aroma a boldo,
En remotas mañanas de tumescencia.

  Al sur, en un anillo de follaje,
El Llanquihue y el Esmeralda,
Joya encontrada por Pérez Rosales,
En cuyos reflejos
Peinan su crencha las hijas de los alemanes.

  Y el golfo de Reloncaví
En cuyo hontanar las ostras guardan perlas
Para el jugoso paladar
De las doncellas
Que bailan en su niebla....

  ..........................................
.......................................
....................................
.................................
Etc., etc., etc.

 
 
*
 
En el espejo nada mi semblante
Y en el misterio de la tarde honda
Se escucha un murmullo refrescante
De sangre sorda.

  Pasó tu hora, dice la tarde.
Ya nunca verás el día
Paciente como una araña
Tejiendo el móvil telar de joyas
En cuya hamaca resplandeciente
Como un rocío quedó tu mente.

  He aquí tu soledad, dispuesta como un avío,
Para cubrir la desgarradura de tu destino.

  No tienes nada que regalar sino tu nombre,
Tu nombre envuelto y entumecido
Como un cometa que perdió su noche.

  Un nombre alegre, porque fue mío;
Y que ahora es triste, porque ha perdido
La noción exacta de su extravío

  Nombre-espejo de gigante cúpula,
En cuyos bordes murió de frío
Un viejo ensueño de dorada espuma.

  Miro en torno al dolor perfecto:
La alcoba bebe una obscura aroma
En el espejo de embriagante copa.

  ¿Y yo? ¿Qué es de mi yo perdido?
La soledad piensa por mi,
Ella deja caer palabras
Que no sé si fueron mías,
Pero que amé desde la infancia.

  Ella embiste al mundo
Desde el secreto, que me está matando,
Y me hace mudo.

  Ella me pone un lienzo
Sobre los ojos y me hace ciego.

  La soledad, cuando los hombres,
La soledad, cuando los mundos.
En ella, obstante, veo
Crisparse el yo engreído
Cual bólido de espejo
Derretido.

  Por ella entré al país, oh sombra amada,
Al país que tú adorabas,
Porque en la soledad
Conviértese en peldaño la mirada
Por donde baja al fondo mi voluntad.

  Y en el amanecer del yo engreído
Comiénzase a pintar otro paisaje,
En donde ya no existen los sentidos
Y en cuyo albor natal de amanecida
Agítanse cual aves las palabras
Más tempranas de la vida.

  Cerro        Y si bien creo subir, en la medida
Ñielol en   Que suben estos versos hacia el sol
Temuco.   He bajado a una cumbre desmedida:
                  A tu cumbre profunda ¡Oh Ñielol!

 

De Camino del Ñielol. Santiago: Ediciones Renovación, 1954