LA CABEZA DE FRANELA

Yo me había habituado a una cifra que se retuerce
Hacia lo que llamamos este trecho este pájaro absurdo
Que se balancea en la punta del bosque
En la puerta de las nieves y que ríe al desertar
De nuestras miradas pues él gira
El herrero que saluda muestra los dientes
Y en el aceite del plato hay una mosca muerta
Por el último calor
Que sopla en vano
Cuando yo me vuelvo entre los despojos de la cima
Veo las marcas de mi mano habituada
Que busca su guante
Como una mano en el bolsillo
De una vieja americana gris
Que es para mí un vano gesto de tormenta
Habituado al tapiz mercenario
Que se repite por diez sobre la mesa de cuero
Cuando un gesto de codicia ha llegado
Como una hormiga.

 

De revista Mandrágora, numero 6, Septiembre de 1941