a Enrique Rosenblatt
En efecto el amoblado no es más que una gota de lacre de una media de mujer
Una calle cuyo nombre no es más conocido que un cuadro cuyo marco tiene la forma de un cenicero
Batiendo bajo algunas alusiones que prosperan
En un campo de servilletas bien dobladas en sus anillos de salsa
Formando así la respuesta a un enigma cualquiera
En la baranda de una escalera de franela
Cuyo perfume perdura en la copa de los castaños de sangre infantil
Por espacio de un día ellos baten a primera comunión
Hojas sin nombre sobre la hierba que muere de frío
Esta tarde al borde de los invernaderos el presente indicativo ha sangrado
Batido en duelo él ha visto en pleno siglo XX una mujer con espaldas de castor
Con hombros de hot jazz
Bajo la nieve los lobos están muy bien
Las copas se han disuelto en el champagne dominical
Cuando la misteriosa se ha detenido un instante bajo la Vía Láctea
Ella construye los grandes días.