OBJETOS FAMILIARES OBJETOS FAMILIARIZADOS

PERSISTENCIA DEL OBJETO EN LAS ATMÓSFERAS DEL SUEÑO

      El  procedimiento de marchar a lo largo de las playas, las manos cruzadas sobre los riñones, la vista clavada en la arena, como soportando un fardo sobre la nuca; ha servido en los últimos tiempos como aportador espléndido de los más insólitos objetos “trouvés” en las salas de hulla blanca que nosotros habitamos. Nuestras ventanas han permanecido abiertas durante el último verano, a consecuencia de lo cual las habitaciones se han llenado de arena. Es preciso imaginarse un palacio construido en plena costa, en cuyas habitaciones se debate toda una población de criados vestidos como a principios del siglo XVIII, contra los torbellinos de arena que los mantiene sumergidos hasta la cintura, privados de todo movimiento, y devorados por el hambre y la sed.

      Ninguno de estos problemas les impide jugar al ajedrez sobre los más encantadores tableros de aguamarinas que cabe imaginarse.

      Es preciso pensar en una cariátide que mi madre trata de destruir en el cuarto de baño a golpes de látigo. Como el material resiste, los ojos de mi madre se iluminan de cólera. Yo veo que ella toma repentinamente los hábitos del águila; su garra acaricia los cabellos de una niña rubia, de grandes mostachos, parece ser mi hermana. Advierto que ambas visten el traje de primera comunión. Sus pies resbalan un parquet de hostias benditas que ellas patean y escupen.

 

De Leitmotiv, N°1