LA CARROZA DE QUINCE RUEDAS
 
Yo buscaba a través de la máquina salina
Que segaba con ansias lo que tenía para vivir
En busca de esa llave circunstancial de muerte
Que estuvo a punto do romper en blanco
El nombre adora en planos inclinados
Que sabe del sol lo que otros saben del granizo
Lo que otras nadas por reinas por nosotros
Alejan hasta saber quien de nosotros
Quien de ustedes estaba quien de mí
A punto de sucumbir propicios precipicios.
 
Ellos eran las olas que pasaban al oído
Rompiendo las cavernas en veinte mil ecos
Una de ellas iba pastoreando
Tendía hacia el abismo
Sus pasos eran fértiles
Una de ellas iba de avestruz
Tanto como la muerte inventando el amor.
 
Los pasos de sangre que pagan un excesivo precio
Por la sangre
Ya sabéis cuánta sangre puede servir de base
A las miradas que habían perdido toda la sangre.
 
Yo soy Cronos el padre del fuego
Y por lo tanto abuelo del espacio
A vuelo de pájaro he visto su armadura
He visto al espacio con los ojos desangrados
Ojos donde es preciso leer entre líneas.
 
Por costumbre la sed
Que había dejado el mar a la buena educación.
 
Yo te amaba entonces
Yo era placer
Me paseaba por una avenida de viejo gentilhombre
Las heridas eran demasiado grandes espantosas inútiles
Como la misma lámpara que fingíamos
Y tan inútil
Como los gritos de esa ciudad botánica
Que nos envolvía con sus princesas subterráneas.
 
Amabas el ser perdido que alcanzaba a romper
Su rostro para inducir a error a los espejos
que alcanzaba a romper con llamas un solo mar helado
Helado para que por él pasara
Sin transición un rostro único
Un rostro desde mi amor
Hasta tu error

 

De La mujer Mnemotécnica, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1941.