LA PIEDRA DE TOQUE
 
Los días brotados dé la respiración ya no reían
Una lámpara los intoxicaba
Una lámpara que no se nombra
Los cabellos dé esa lámpara eran incoloros
El metal de esa lámpara llamaba diluvio
Mientras caían
Los Hombres atraídos por sus cabellos.
 
Alguien jamás hizo una advertencia
Yo ignoro las costas conduzco de la mano
Una pequeña mano
Detrás de mi mano veo lámpara
Adoro follaje que se lleva
Que hace desaparecer una hoja
Que hace desaparecer una
Mujer desconocida
Un pequeño sol ya para siempre
De las pupilas
Que hacen desaparecer los ojos
Ellos qué dan origen a un bello secreto
Del diluvio
 
Si la vemos surgir con sus testigos transparentes
Cuyas alas el sol desploma
No sometidos a un común placer
Como cuerpo y cabellos
Como reflejo y ámbar
En su vida propia en un plan subterráneo
A seguir los espejos trastornables
En un rol de placer
Cuando ella se substituye
Cuando ella se juega la nada por el todo.

 

De El mundo y su doble, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1940.