LA MUJER NUPCIAL

Con labios de obsidiana con una piedra de tinta
Multiforme pesada rutilante
Que en el fondo del mar los árboles de dragones
Se aligeran con el frenesí de tener
Luz encerrada en un banco de hielos
De lobos desprendidos de sus párpados de mueble
De su boca de fuego y de mujer
Amontonadas estrellas
Que comen de día y duermen por la noche
Viven en los pantanos por la ley de la herencia
Memoria de luz vaciada
Bate entre mí como un vecino interno
Como la separación del luego y la familia
De la respiración que cae de pisada en mirada
Círculo irreal irreflexivo
De sombra a placer por una orden
Por un vocablo de áspid
Donde las aves se reúnen y estallan
Pasas con una estrella por toda vestidura
Dormida con tus misterios a flor de agua
Ella se atormenta con una instrucción de heridas
Y pasa por un terreno de silencios
Con ellos que no giran
La belleza
La tórrida destrucción del porvenir
Pasas con avidez
Silencio digital.

 

De El mundo y su doble, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1940.