I

Sus ojos al otro lado de lo desconocido
Brillan con el fulgor de una mano desprendida del cuerpo
Y que adquirió vida independiente
Son ojos ocultos que buscan entre las tinieblas
Las palabras que nombran las cosas
Merced a las cuales puedes llamarte Luis Enrique.

El nombre se adhiere al ser
Y lo trastorna desde la infancia
Le da la voz, el ritmo de la sangre, el grito que extingue la respiración.

Sentimos voces extrañas
Cielos que se parten en dos
Y arriba, escrito con letras de fuego
Tu nombre, tu nombre
Que entonces cae en el acto sagrado
Directo y sin vacilar
Adentro de la pila.

 

De La mano enguantada, 1987