II

El maniático se deleitaba con sus falsos ahorcamientos
Le ayudaba en estos extraños menesteres
Un marinero que conocía al dedillo los Puertos del Océano
Pacífico faena consistía en ajustar
El nudo al cuello, el lanzamiento al vacío
Y luego el corte de la cuerda
Mientras el marinero cantaba viejas canciones sobre las olas
La esperma blanquecina chorreaba a lo largo de las piernas del maniático
Al tiempo que bajo sus pies crecía la planta mágica.

El maniático
Se acostumbró tanto a estos goces
Como el marinero a repetir sus canciones
De suerte que los inseparables amigos ya no medían el tiempo
Pidiendo sin cesar más y más.

Pero un día los inseparables pasaron al límite
Y el maniático gozó tanto
Tanto gozó
Que llegó al éxtasis
La muerte se había hecho presente.

El marinero huyó hacia puertos lejanos
Nunca más le volví a ver.
 

De El acerbo imaginario, 1991