III

Es que de tanto amar lo desconocido
Termina uno por disolverse en sus líquidos de colores palpitantes
Se sabe que un abismo corresponde a un cielo
El guante vacío a la mano más inaudita
La palabra nunca pronunciada al labio más ardiente.

Nos lamentamos en la noche
Cuando el sueño empieza a despojarnos de nuestras ligaduras
Cuando la hoja se separa del árbol como el color de las plumas de un pájaro
Cuando el ojo embriagado por el espacio
Emprende el viaje al país del olvido.

Yo me inclinaré ante este deseo
Que hoy oprime las capas profundas de mi corazón
Que ha sabido trastornarme a la hora en que el sol profanaba el misterio de los objetos
Para que yo pudiese despistarme
Y abandonar el alma al pavoroso designio.

Quien se haya bañado alguna vez en estas aguas negras de la soledad
Quien haya sentido el terror que nos infunde la caída total de los astros
El corazón que sangra en el silencio y la inocencia del niño que acaba de ser seducido por el bosque
Por la ola más resplandeciente que un deseo
Por el insomnio que nos desgarra la piel y el rostro
Por el amor que pudo haber sido su amor. y que él abandonó instigado por la maldición
Ese
Ese sólo será capaz de soportar los oleajes quemantes de lo desconocido.

Sin embargo
Yo debo contar con el amor con ese amor que se hace carne
Ágata que yo lanzo al mar a la sinrazón
Para confundirme con eso que es lo desconocido
Con lo que fui y lo que será
Con lo que a sabiendas nos oprime la garganta
Con lo que somos y lo que soy
Hermético.

 

De Lo desconocido liberado, 1949