I
Yo he aprendido a manejar el tiempo como un mariscal de
campo
Tal vez en un lugar donde la alegría y la amargura se disputaban la eternidad
Yo he hablado a la cabeza, insultado el sol, he reído muchas veces al calor
de las tinieblas
Me desesperaba a ciencia cierta de no hablar sino
el lenguaje de los iniciados en el misterio
Comprometía mi corazón.
Qué otra palabra qué otro sentido dar a los sentidos
Qué otro pájaro dar al vuelo o dárselo al abismo
O condenarse a perpetuo al fastidio
A la ala que nos cubra el rostro como una máscara
repentina
Allegada a mí con un cielo a punto de ser bola de fuego
O simplemente el perfil de la obsidiana.
Es que el silencio nos va aprisionando con su mano descarnada
A la hora en que el pez se disloca en la profundidad del mar
Y el alma re estira al igual que una espiral tocada por la luz
Por la fiebre de la memoria que nos arrastra al naufragio.
Yo quisiera despojar mi espíritu de esas
pesadillas que nos pintan el rostro de negro
Que nos pasan un objeto extraño preguntándonos a quema ropa “¿Qué tal?” "¿Cómo
está usted?"
Y uno inclina la cabeza sin saber que el labio nos acecha en la más olvidada
de las encrucijadas.
Conozco el misterio y los silencios que hacen crecer el cerebro
Conozco los placeres del olvido y la desvergüenza de los cínicos "que
marcan el paso”
Conozco la lujuria de los plebeyos
Y a menudo los hilos invisibles de lo desconocido se deslizan por
entre mis dedos.
Yo he aprendido a manejar el tiempo como un mariscal de campo
A hundirme en la esencia de las cosas triturándolas con toda clase
de espejos
Yo he amado y quizás no he amado lo suficiente para reconocer el rostro fugaz
de la bella desconocida
Para entregarme a la sinrazón de los espacios que nos seducen
Que nos marcan la frente con la copa que se desborda.
Muchas veces
Apenas si puedo sostener el peso de mi espíritu
Una lucha horrenda se desencadena entre la transparencia de la
vida y la transparencia de la muerte
Yo me hago el desentendido a expensas de la sonrisa
Pero es la crueldad que rompe sus propios límites.
Algo nos arrastra a una isla solamente
golpeada por los oleajes del sueño
Una isla dedicada a los desconocidos a los olvidados
A los que se aman desde la edad de los peces
A los que sueñan a pleno sol
Y aún a la temperatura en que el sol se pierde como un
pájaro en el horizonte.
Yo quisiera distribuir esta parte de lo desconocido
Entregar a los hombres esta hoja de misterio que se arrastra
por el suelo como una lágrima
Quisiera desplegar mi alma al igual que un abanico que
se lanza al mar
A sabiendas que de él va a nacer una gaviota
Pero me detengo
Me detengo ante mis ojos escapados de sus órbitas
Ante el ruido horrible de mi sangre.
Yo he aprendido a manejar el tiempo como un mariscal de campo.
De Lo desconocido liberado, 1949 |