XXXI

Yo pensaba que al entrar en la luz
La angustia se disolvería para siempre
Yo pensaba desprenderme del alma
Como quien se cambia un traje después de una larga caminata
Yo esperaba con mis labios el beso de lo absoluto.

Era lo de siempre
El personaje que llega en la hora inesperada
Mientras el tiempo y el espacio al caer en el vacío
Producían un sonido horrible
Él despreciaba el tiempo y el espacio

Refugiado en la soledad
Como el pájaro en la nube
Amaba el mar
Y las estrellas rezagadas en él día
Todo era para él fruto de sus temores
Pues la maldición estaba adherida a su frente
Como la carne al hueso
Como el amor a la tempestad.

Volvía a su extraño pensamiento
“Una voz te conducirá de la mano
“Hasta los precipicios del cerebro”
Lo leía en los cielos fulgurantes
Lo vela en su rostro en su mirada
En el despliegue del alma
Al igual que el abanico.

No solloces más corazón mío
Enciérrate en la memoria a la luz del olvido
Dad paso a la tempestad.

 

De En pleno día, 1948