VIII

El espíritu subjetivo

Por el movimiento las cosas ocupan un lugar en el alma
La asedian como una fortaleza inexpugnable
Nada las detiene en su hambre devorante
Porque una fuerza las obstina en devenir substancia.

La lágrima también asedia al ojo
No obstante la interferencia del espectro
La luz rebaja su presencia
Pero el espíritu crece.

Confieso yo por mi experiencia
Que no existen fortalezas inexpugnables
Si se ataca el amor para llegar al amor
Es posible que se pierda la razón
Pero se reconocerá algún día a la mujer-idea que saltó en el sueño.

Abro mi ser al espacio
Sabiendo que la soledad sometida a los rigores de la luz
Hará que yo diga a los hombres.
Sólo el movimiento del alma hace evidente las cosas.

 

De En pleno día, 1948