LAS FLORES DEL MAL

(Estatua de  CARNE
sosteniendo una rosa de CARNE
                            en la mano)


De espaldas a un mar endurecido gracias a la indolencia
Muestra sus senos con tal majestad
Que uno pensaría en el punto preciso en que la luz
Se hace carne y hueso.

Pura a pesar del grisú que ha resbalado a través de sus cabellos
Transparente a pesar del aire que pesa sobre sus hombros
En su pensamiento se anudan mis deseos
En su garganta se desplaza mi voz
Abro mi corazón frente a la infinitud del océano
Doy con la puerta en las narices al fastidio.

Muchas veces me he sostenido en su dejadez
Muchas veces ha arrancado el ojo a viva fuerza del libertinaje
Sin sospechar siquiera lo que me esperaba detrás de las cortinas
Detrás de la mirada fortuita del placer.

Acaso sea un párpado separado del rostro
El que camina como un insecto a lo largo de sus contornos
O tal vez un necesario despliegue del amor
A punto de ser el cielo iluminado con su luz propia
Instigado por esa flor que me trastorna
Y nos hace despedirnos para siempre de los rigores de la memoria.

Esta mañana yo había armado mi espíritu de tan negras intenciones
Había consentido en los caprichos del cerebro
No pensaba sino en la belleza desatada del gavilán
Tenía el ojo prisionero del alma
Y tú bella desconocida de repente apareciste de entre la encrucijada
Que es todo sueño
Me llamabas
Pero adónde me llamabas entonces
Para que mi orgullo y mis duras intenciones al toque de tu bello rostro
Se transformaran para siempre en un pájaro errante?

Yo no sé qué destino hace que camine sobre llamas
No sé de dónde han venido las lámparas que construyen tu frente
De  dónde tu nariz en este mismo día en que toco mi nariz
Pero yo sí te lo digo bella entre las bellas
Tú estarás en mí hoy que un sol generoso quema sobre mis hombros
Y a tan poca distancia de ese cielo que soy
Cuando los relámpagos desmenuzan
El bosque inefable de la memoria.

 

De L' espectro de René Magritte, 1934