"En la historia lo mismo que en Proust,
la observación depende del punto de vista del observador,
las pretensiones pueden resultar engañosas,
y lo único que podemos hacer es sugerir relaciones".
Eugen Weber.
En lo sustancial, esta monografía pretende encuadrar -entre coordenadas
históricas, no literarias ni estéticas- al grupo chileno de escritores y poetas
surrealistas: Mandrágora; si se quiere, situarlo como el sujeto particular de
un análisis historiográfico.
Inicialmente, creemos importante mencionar algunas de las razones que nos
motivan a realizar un estudio de esta cofradía intelectual. En primer lugar,
porque el diálogo establecido entre este núcleo de hombres de letras y la
realidad que los enmarcó fue muy peculiar, poco oficial por decir lo menos, tan
polémico y fugaz como significativo, por decir la verdad. Antecedente que nos
lleva a pensar que el testimonio dejado por sus participantes constituye un
gran elemento -uno poco considerado- para la complementación del
cuestionamiento histórico del periodo entre los años 1935 y 1948. Contexto que
corresponde a gran parte de lo que se conoce como el tiempo de los Gobiernos
Radicales y del Frente Popular y que, a su vez, condicionó el desarrollo de
este específico contingente de poetas. Puntualizando aún más, lo que queremos
decir, es que la plática -de manifiesto carácter surrealista- establecida por
estos escritores con la realidad de su momento, se levanta como un testimonio
más que digno de ser rescatado por el trabajo de un historiador.
En segundo orden, no en importancia, nos parece meritorio realizar un recuento
acerca de la Mandrágora chilena, porque estos personajes -a diferencia de gran
parte de los literatos e intelectuales de la época- se situaron en las
antípodas de la sensibilidad operante, lo que les significó, entre otras cosas,
que su accionar quedara sin un registro fácil de acceder. Apartados.
Es así como, extremando aún más lo perseguido por las vertientes literarias del
espectro intelectual del 38 -los conflictos político sociales y económicos en
lo fundamental- el testimonio de estos surrealistas chilenos fue de crítica
total y de ironía absoluta frente a las estructuras socio culturales que
evidenciaba la sociedad de la época; fueron sus enjuiciadores. Confesaron -a viva
voz- todos sus pecados. Antecedente que singulariza aún más el valor y el
rescate del testimonio del grupo. En este sentido, vale mencionar que las
manifestaciones de este conglomerado fueron poco conocidas, sin embargo -y por
el contrario- muy significativas. Decimos esto, porque un número considerable
de sus actuaciones constituyeron, más bien, ataques o provocaciones directas al
entorno cultural que los amparaba, y no una propuesta a la incorporación o a la
acogida popular de sus postulados poéticos; si se quiere, una voz de protesta
intelectual. En cuanto a la amplitud y acogida del discurso, nos parece que fue
extremadamente elitista siendo pocos los que tuvieron -en su momento- acceso a
las intimidades y propuestas de este conjunto. Como se señala en el cuaderno
N°4 de la revista, dedicado exclusivamente a la polémica con Pablo Neruda días
antes de que éste partiera en misión diplomática a México, Mandrágora fue
"Creada bajo el concepto de la lucha minoritaria, nosotros atacamos siempre
frente a frente a nuestros enemigos, ya sea por medio de la palabra o de la
acción. Nuestras últimas experiencias tienen por objeto demostrar prácticamente
que es posible conciliar ambas energías en un sólo resultado poético"[1].
El escándalo, el abrir los ojos ante la otredad, el cuestionamiento -suerte de
paranoia crítica-, el llenar la existencia humana de imágenes poéticas fueron
algunos de sus objetivos. Quisieron transformar el mundo. Como señala el ex
integrante de Mandrágora Fernando Onfray, "...ellos querían partir de más atrás
de cero para llegar a una nueva realidad"[2]. No
quisieron ser parte del sistema; su funcionamiento se ubicó en una vocación por
la marginalidad, en los territorios límites del conocimiento tanto histórico y
literario como estético. El instrumento que utilizaron para lograr su objetivo
fue la literatura, y en especial, la particular
poesía que defendieron: la poesía negra. Con ella, más bien a través de
ella, y con el continuo aporte de una imaginación sin contrapesos, intentaron
derribar las fronteras y las trabas sociales que la época le imponía al
pensamiento y a la cultura. Y de paso, "hacer del mundo el más hermoso
collage". Al respecto, la idea de una participación más bien subterránea y
subversiva corresponde, y es, muy aplicable al espíritu que entusiasmó a los
mandragóricos.
Lo que queremos decir, es que este grupo ha estado, por diferentes razones, sin
un registro histórico. Para nosotros existen fundamentalmente dos motivos:
porque su trabajo fue eminentemente crítico de la realidad, críptico,
hermético, negro, difícil de acceder, erudito, de saber, y elitista; como
también, porque estos poetas nunca quisieron la iluminación directa de sus
actos, sí la que da el tiempo, la que se transmite oralmente. Decimos esto,
porque es importante tener muy en cuenta -prevenir- que este recuento
historiográfico no se remite a un grupo muy conocido de la literatura nacional,
no obstante creemos que muy significativo. Son hombres desconocidos, pero de un
gran valor a la hora de querer entender lo que fue un sector de la historia
chilena entre los años 1935-48. Es así, como esta monografía se refiere a un
pequeño pero singular conjunto de escritores de la poesía chilena. Poca
cantidad, poca publicidad, no obstante, mucha calidad y verdadero espíritu creativo.
"Creo que la influencia de la Mandrágora, sobre poetas latinoamericanos
posteriores a su tiempo, ha sido más bien latente que ostensible. Y eso está
por excelencia, los poetas deben ser creadores de su propia obra, sin necesidad
de árboles genealógicos. La Mandrágora opera, en cierto sentido, con la virtud
de una leyenda"[3].
Resumiendo, la voz del núcleo mandragórico tradujo su testimonio de la sociedad
y del contexto cultural santiaguino como de grandes postulados ideológicos y
estéticos del momento, a través de un registro cualitativo, especial y poco
trabajado por la disciplina histórica. Cualitativo, por que no está orientado a
la difusión masiva ni a cualquier interlocutor. Particular y poco considerado
por la historiografía, en la medida que constituye otra parcialidad dentro del
espectro total de parcialidades que se pueden encontrar para el recuento de la
época en cuestión. En pocas palabras, una mirada más a considerar.
En lo que se refiere a la Teoría de la Historia, optamos por una postura
estructuralista que considere como historia -valga la redundancia- a todas las
manifestaciones humanas, ya que no sólo las importantes, significativas o
populares del quehacer del hombre son dignas de ser conocidas y de ser
registradas. Si no es así, ¿dónde queda el testimonio histórico de las
minorías? ¿Qué hacemos con el relato de los personajes silenciosos pero
significativos del acontecer cotidiano? ¿Qué pasa con el registro de los que no
buscan el reconocimiento público? ¿No
existieron? ¿No tienen nada útil que decirnos?
A su vez, en esto de la reconstrucción historiográfica, resulta necesario
considerar no sólo los acontecimientos y personajes determinantes en un
particular contexto pasado. Es decir, nos parece importante -para el trabajo
del historiador- prestar atención a todos los actores que confluyen en un nicho
investigativo determinado, ya que, unos más otros menos, todos los individuos
en sí mismos representan un testimonio de época. No sólo las grandes figuras ni
los hitos importantes son historia.
En este sentido, nuestro interés particular se centra en la figura de los
escritores. En ellos vemos una fuente más que fidedigna para la reconstrucción
histórica; especialmente, por establecer -como ya señalamos- una particular y
en algunas ocasiones única plática con la realidad que los rodea. Como señala
Susan Sontag, en su libro (compilación de ensayos) "Contra la Interpretación", "El escritor es el sufridor ejemplar, no
sólo porque haya alcanzado el nivel de sufrimiento más profundo, sino porque ha
encontrado una manera profesional de sublimar (en el sentido literal de
sublimar, no en el freudiano) su sufrimiento. Como hombre sufre; como escritor,
transforma su sufrimiento en arte"[4]. En la
búsqueda de este tipo de testimonio, particularmente el de los surrealistas
chilenos, fijamos nuestras energías.
En lo que se refiere a las fuentes, utilizamos tres diferentes tipos. En primer
lugar, una nutrida bibliografía. En ella, destacan los trabajos de carácter
temático sobre: Surrealismo, Vanguardia y el conglomerado Mandrágora en
particular. Así mismo, y con el objetivo de poder situarnos en el puntual
espacio citadino -"El Santiago que se fue"
como recuerda Oreste Plath- consideramos una serie de libros, monografías e
investigaciones de corte netamente histórico. En especial, trabajos sobre el
Chile de la primera mitad del siglo XX. A su vez, dentro de esta perspectiva no
podemos olvidar los estudios sobre Europa durante el mismo periodo.
Como segunda gran fuente a trabajar, no en importancia, desarrollamos diversas
entrevistas testimonio tanto a personas cercanas al grupo como a especialistas
sobre el tema. Para el caso, se elaboraron tres cuestionarios estructurados y
una serie de reuniones con los elegidos. Aclaramos que no se siguió la misma metodología
con todos los entrevistados. Así mismo, es obligación mencionar las valiosas
conversaciones, de profundo carácter dialéctico, con el Profesor Editor de este
ensayo, las cuales permitieron fijar gran parte de las coordenadas teóricas
(Teoría de la Historia) y los sucesivos esquemas de trabajo.
El tercer pilar metodológico, lo constituyen diversos documentos de la época,
suerte de selección personal, los cuales fueron rescatados a medida que se
desarrolló esta monografía. Especialmente tienen que ver con las realizaciones
mandragóricas.
Finalmente, creemos oportuno recalcar que la principal problemática que orientó
este estudio, fue dilucidar parte de la existencia de un particular conjunto de
poetas al interior de la vanguardia
literaria nacional entre los años 1935-1948. En otras palabras, analizar la
culminación del significativo sentimiento de vanguardia -para este caso el de
carácter surrealista- al interior de lo que se ha catalogado, no por nosotros,
como la Generación del 38. Contingente de intelectuales y artistas que, a su
vez, estuvo enmarcado por lo que fueron los Gobiernos Radicales y el Frente
Popular. Quisimos recrear su "petite histoire", trazar un posible itinerario.
En definitiva, nuestro objetivo fue insertar a esta cofradía poética en su
contexto y entre sus particulares coordenadas históricas; si se quiere, probar
un acercamiento objetivo, sin muchos matices literarios, para con Mandrágora.
Hablamos de parte de su existencia, porque, en términos temporales, este
estudio no abarcará la totalidad de los problemas que existen en torno a "La
Historia" del grupo, ya que eso significaría alargar esta investigación mucho
más allá de lo posible; sobrepasaríamos los límites que nosotros mismos
planificamos. Nuestro análisis está dirigido, especialmente, a los dos primeros
momentos de este puntual conglomerado de autores. Es decir, a su etapa inicial
de carácter eminentemente universitaria y efervescente, de primera revista como
tal 1938-1941, y al periodo en que la actividad fue dispersa e inconstante
concretándose -entre otras manifestaciones- una revista y dos exposiciones
plásticas. Contexto en que ya se ven ciertos cuestionamientos al interior del
"Comité Directivo", pero aún se mantiene cierta cohesión entre los integrantes
del núcleo surrealista (1942-1948).
Con respecto al último momento que nosotros distinguimos en el prontuario de
Mandrágora, desde 1948 en adelante, tiempo de una plena individualidad en
cuanto a las realizaciones[5], es
importante aclarar que no nos referiremos mayormente, ya que creemos que este
lapsus histórico constituye un problema de tipo biográfico, donde cada estudio
se remita -individualmente- a los escritores que participaron de esta aventura
de protesta. Además, porque creemos que aparecen nuevas figuras dentro del
espectro surrealista chileno como Ludwig Zeller y Rolando Toro.
En este sentido, es importante -por lo menos- plantear un par de interrogantes:
¿Qué fue del diplomático, refinado lector, columnista y soñador Teófilo Cid?
¿Fue su alcoholismo un último gesto poético, o fue una renuncia? ¿Cómo era su
personalidad? ¿Hay mito en torno a su vida?
¿Qué fue de Jorge Cáceres, el "delfín"? ¿Realmente se suicidó por amor?
Según Ludwig Zeller[6],
fue un exceso de entrenamiento de Ballet lo que le causó un infarto al corazón.
¿Qué tanto influenció su viaje a Europa en su incierto final? Así mismo, y sin
ir muy lejos, ¿dónde quedó el testimonio de Carlos de Rokha? ¿Cuál fue su
participación en el grupo?
Ahora bien, en cuanto a Enrique Gómez Correa y Braulio Arenas podemos señalar
que la situación es un tanto más auspiciosa. Entre 1998 y 1999 aparecieron
algunas publicaciones que permiten acercarse a estos escritores[7]. Como se
ve, las preguntas pueden ser muchas. He aquí
-qué más quisiéramos de estas páginas- algunas respuestas iniciales. Sin
embargo, el gran trabajo todavía está por hacerse.
Por último, hemos recopilado -a modo de compendio- algunas de las realizaciones
de carácter grupal que se concretaron entre los años 1938 y 1948; estamos
hablando de las siete revistas Mandrágora,
los dos volúmenes de Leit Motiv, la
Revista Ximena, La
Defensa de la Poesía, La Fábula en Pro de abolición del colmillo. Falta
rescatar el Boletín Surrealista. A
su vez, desarrollamos una bibliografía personal de cada uno de los cuatro
principales integrantes y una bibliografía temática, con gran parte de los
estudios realizados sobre Mandrágora. De este modo, pretendemos contribuir -por
el momento- con el análisis, desde una perspectiva histórica, del Grupo poético
surrealista chileno: Mandrágora.
"La salida del grupo chileno hace pensar en David y Goliat. 1938 representa el auge del nazi-fascismo, las maniobras de Stalin y la subida al poder de Franco. Desde el grito dadaísta, en Zurich, en 1916, ningún otro movimiento de renovación se hizo sentir en momentos tan críticos".
Stefan Baciu, Antología de la poesía surrealista.
[1] Revista Mandrágora, N°4, Santiago de Chile, julio de 1940.
[2] G. de Mussy R., Luis, Entrevista a Fernando Onfray, primer semestre de 1999, inédita.
[3] Braulio Arenas en Stefan Baciu, Surrealismo Latinoamericano Preguntas y Respuestas, p 37.
[4] Sontag, Susan, Contra la Interpretación, p 74-75.
[5] En otras palabras, con la excepción de algunas obras realizadas en conjunto entre Arenas, Cáceres, Gómez Correa y otros, como, por ejemplo, todas las publicaciones de la Ed. Le Grabuge en 1952, el Agc de la Mandrágora de 1957, La Revista de Poesía Altazor de 1963, la Revista Gradiva de 1952, etc, la actividad del otrora grupo, se acaba.
Es a este tercer periodo -1948 en adelante- al que no nos referiremos mayormente. Sin embargo cabe señalar que sólo dos integrantes del grupo sobrepasaron la década del ´60: Arenas y Gómez C. Los otros dos, Cáceres y Cid, optan por diferentes caminos. Cáceres, al parecer, se suicidó en 1949 y Cid, decidió alcoholizarse al más crudo estilo "Leaving Las Vegas", (Película de Mike Figgis, protagonizada por Nicolas Cage y Elizabeth Shue), muriendo en 1964. Ludwig Zeller publicó, bajo editorial Oasis, los poemas inéditos de Jorge Cáceres.
[6] Al respecto, todavía falta quién investigue en profundidad las vidas y las particulares muertes de Teófilo Cid como de Jorge Cáceres, ya que ambas existencias aún están bajo muchas suposiciones y sospechas no aclaradas.
[7] Ortega, Hernán, Arquitectura del escritor: Enrique Gómez Correa, Editorial Huelén, Chile, 1999; y Braulio Arenas La Mandrágora y otros Libros, Ordenación, Prólogo y Referencias Bibliográficas de Jaime Quezada.