TEOFILO CID SOY LEYENDA
Obra completa volumen I

Luis G. de Mussy Roa
Santiago Aránguiz Pinto
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1914-1934

 

Mirad la línea recta
Ella es dulce como el puente de las miradas
No sigue las raíces de los árboles
La curva de los cielos
Ni el alma vertical de los espejos

Teófilo Cid, “La línea recta”

Teófilo Cid Valenzuela nació el 27 de septiembre de 1914 en la ciudad de Cautín, Temuco. Su padre fue funcionario de Ferrocarriles del Estado, y por cuestiones relacionadas con su trabajo, la familia Cid Valenzuela deambuló de ciudad en ciudad por el sur del país. Valdivia, Osorno, Talca, Concepción, además de su natal Temuco, donde jugaba y hacía excursiones en el cerro Ñielol, se convirtieron en puntos esenciales del gran referente simbólico de este poco considerado poeta de la frontera (1) .

Sus recuerdos colegiales estuvieron repletos de lecturas sugerentes. Compulsivo, de gran intuición, mostró siempre un espíritu anárquico y crítico, de esos que ven en la niñez un escenario existencialista y definitorio (2) . Adolescente aún, aspiraba a grandes responsabilidades, “cautivándole en forma irreverente el pasado y fastidioso dramatismo, que tanto seduce a la juventud, cuando ésta no ha aprendido todavía a sonreír entre las lágrimas” (3) . Asimismo, el crecer rodeado de libros le permitió viajar y aprehender las más diversas realidades que ampliaron las bases de una cosmovisión social sólida y autónoma. Anecdótico resulta como todo este bagaje cultural y su gran inquietud poética, en 1932, le hicieron merecedor del Premio literario de la Fiesta de la Primavera, por el poema “La fiesta que no tendremos” (4) . De esos momentos, un recuerdo:

“Era un flojo, perezoso, grueso como esos gatos viejos que se dan vueltas todo el tiempo. Fue compañero de liceo en Concepción de mi hermano Jacinto Rojas P., en la época que lo dirigía Enrique Molina. Jacinto me lo describió como demasiado perezoso pero muy gracioso. Si mi hermano podría ser visto como una suerte de precocidad, Cid era la lentitud, no le importaba nada. Entonces no era raro que repitiera todos los cursos, no hubo curso que no repitiera. Siempre se quedaba pegado, pero de flojo no de tonto… Qué simpático el gordo con ese pitillo de voz, era tan musicante, lo veo descalzo en una casa de putas en Concepción. Como era señorito y sus padres lo querían tanto le daban plata”. (5)

Talca fue el epicentro de las primeras actividades de los futuros surrealistas de Mandrágora. Específicamente fue el liceo de la ciudad donde se encontraron Teófilo Cid, Braulio Arenas y Enrique Gómez Correa y desde donde catapultaron la amistad y la afinidad creativa hacia una ética de la acción que se desató al llegar a la capital pocos años después (6).

En 1934, a la edad de veinte años, Teófilo Cid arribó a Santiago, después de haber estudiado música en el Conservatorio de Concepción cuando todavía cursaba el colegio. La capital se abrió novedosa para él, llena de estímulos, bullente, con un Chile que crecía y se cuestionaba cada día más. Como recordara tiempo después, fue un contexto de cambio, renovación y búsqueda el que abrazó a esa gran cantidad de jóvenes que se lanzaron hacia la metropoli con el sueño de vivir la modernidad y ser partes de ese “torbellino social”. Santiago, con sus encantos y misterios, envolvía a estos “cerebros jóvenes” de “almas ardientes”, como el más ebrio de los enamoramientos.

“En el tren que corre a Santiago podríamos reconstruir una considerable fracción de la historia republicana de Chile. Aún podríamos decir que todo lo más notable y grande que se ha hecho en el país es provocado por esta centrípeta cohesión de trenes que vienen a la capital transportando cerebros jóvenes, almas ardientes y sueños de ebria grandeza. La anatomía, tanto política como literaria y social de la capital, ha necesitado de estos muchachos que llegan a fines de febrero o a comienzos de marzo empujados por la solicitud de esperanzas regias”(7).

 


(1) “Como su padre era jefe de ferrocarriles y era funcionario de primer nivel lo trasladaban de un lugar a otro, de Concepción a Santiago, de Santiago a Concepción y otros lugares. Recuerdo que en Concepción, su padre era administrador de la empresa de Ferrocarriles del Estado tercera división. En ese tiempo los ferrocarriles eran como el ejército”. Luis G. De Mussy R., Entrevista a Gonzalo Rojas, inédita, Santiago, octubre, 2002.

(2) “Es indudable que la escuela, en esos días premonitorios y previos, no nos atrae por la luz que puede arrojarnos, ni por las verdades ocultas detrás de los rostros graves de los profesores. No hay nada que me fatigue más que observar a niños pedantes, bien enseñaditos por mamá y papá, que nos pretenden convencer de que aman la escuela por otra causa que la derivada de la asociación juvenil. En la escuela nos encontramos, de veras, con seres de nuestra edad y que, por este solo hecho biológico, participan de nuestras preocupaciones, encimados en los mismos cálculos y problemas. Estos seres nos van a perseguir toda la vida; el tuteo preliminar va a quedar como la única forma de cortesía”. Teófilo Cid, “Remanentes escolares”, La Nación , Santiago, viernes 9 marzo, 1956, p. 4.

(3) Teófilo Cid, “André Gide y el héroe moderno”, ProArte, Santiago, año III, Nº 124, 28 de febrero de 1951, pp. 1 y 3.

(4)“La fiesta que no tendremos”, La Nación , Santiago, 28-10-1955, p. 4. Ilustrador resulta el recuerdo del ganador: “Única y florida vez, me tocó ser poeta laureado en uno de esos concursos de loa y elogios”. En ¡Hasta Mapocho no más!, compilación Alfonso Calderón, (AC., p. 141.)

(5) Luis G. De Mussy R., Entrevista a Gonzalo Rojas, Inédita, octubre 2002.

(6) Para entender el proceso de gestación provinciana de Mandrágora ver Teófilo Cid, Mandrágora en su generación , Stefan Baciu, Surrealismo latinoamericano. Preguntas y respuestas, Antología de la poesía surrealista latinoamericana , Braulio Arenas, Escritos y escritores chilenos , Luis G. De Mussy, Mandrágora: La raíz de la protesta o el refugio inconcluso.

(7) Teófilo Cid, “Este año escolar”, La Nación , 27-12-1957, p. 4. Como el mismo Cid señala, no es sólo el viaje de provincia a la capital sino “Tal vez era que salíamos por primera vez de casa enteramente solos, entregados a una inusitada conciencia de libre albedrío, mullida conciencia que todas las enseñanzas y reproches no habían logrado cimentar”. Teófilo Cid, “Bohemio tren de marzo”. ¡Hasta Mapocho…! (AC pp. 202-203).