LA QUE NO FUE

Si ni siquiera tuvo nombre
¿por qué podríamos nombrarla?
¿por qué éramos la cifra mortal la aurora
saldría dé sus ojos?
¿por qué eras la cifra mortal
que daba nácar a su nombre?

Ahora sus ojos endulzan la tierra
y surgen espontáneos en las verdes hortalizas.
Son ojos que ven y no piensan
ojos dé azar en los rápidos de luz.

¿Por qué sabíamos, entonces,
que podría ser rocío, vino claro, rosa encarnada?
¿Por qué sabíamos que ella debería
ser la puerta que se abre en silencio
y no obstante se escucha;
el astro que se piensa
la luz que se adivina?
¿Por qué? ¿Por qué?

¿Es que existe un signo en donde
la roca persevera y un silvestre manantial
en donde el canto continúa pese a todo?

Yo té voy a nombrar
a crear tu nombre
voy a romper él velo con un solo zig-zag de sangre
y estaré contenido en tu nombré
Seré parte dé ti
y enfermo dé tu propia destrucción
Seré fanal y vida.

Si has vivido un instante
el preciso qué exigen los registros civiles
un instante es el sol
en la gran marea de los instantes ebrios
un instante es el placer
en la gran cascada de los instantes ebrios
un instante el rubor
en el gran instante de la paciencia diestra.

Podríamos decir:
vivió un efluvio, pero fue nuestra;
ventana fue donde pensó el misterio
fue encanto y además espejo
en donde nuestras respiraciones
caían como lluvias nupciales
o tempestad de lámparas.

Era alta y distinguida
Señora de tantas sociedades
que los campos de golf florecían a su paso.

Así pudo ser y no fue
así pudo ser
así pudo.

Un frescor de abanico la abatía
y el clamor de os mutuos deseos
la convertía
en espada de luz desenvainada
en diurna sonrisa de honda poesía.

Pudo amor encenderla y ser tea en el viento
pudo el destino cogerla y volcarla
tenderla en la hamaca de las reconciliaciones
pudo, pudo, pudo.

Pudo ser fulgor, ademán llameante
verde árbol de emoción o de ira
verde sorbo de sol;
pudo ser todo eso que pensamos a solas
y hasta pudo ser más;
pero estaban las rosas
con sus feroces alcancías
y ella fue un presentimiento
que condenó la vida.

Fue sólo un pequeño resorte
para tanta escalera y mampara que dividen los días
y en un émbolo sordo
ha quedado temblando la melancolía.

¡Oh! Tú eres la dura
desdeñosa medalla que adorna los pechos
de los que indagaron la vida;
tul verdadero en los ojos,
tul en la sangre,
verdadero tul de misterio de las más conmovidas
horas de amor y silencio;
oh tú eres la brutal interrogante
la guardiana del misterio
la soledad hecha asedio.

 

De: Nostálgicas mansiones, 1962