NOTAS SOBRE POESÍA NEGRA

LÁMPARAS A OJOS

      Es preciso que la representación esencial única que hasta hoy ha tenido el emblema del terror en las atmósferas del sueño, vuelva su cabeza hacia los campos de la significación absolutamente irracional.

       René Brouiller (alienado en su sanatorio de París hacia 1879) ha reproducido en sus manifiestos subconscientes visiones absolutamente super reales, extraídas de cuerpos transparentes que conducen a segundas o terceras naturalezas. Pero aquello es aún materia desconocida para los que se dejan orientar por luces que no son sino haces de engaño para los demasiado imbéciles. Nosotros los conocemos (MIERDA).

       Brouiller declara con una Admirable precisión estética y moral: “Yo cazo el perfil de los objetos que puedo admirar a través de prismas misteriosos, y ellos tienen para mí el sabor de la mano crispada y la luz de los espejos locos”. Más –lo repito- esta manifestación poético sexual no tiene ninguna repercusión en los grupos de poetas que sólo usan como razón de existir, un argumento absolutamente negativo.

       Si se Considera a Brouiller como poeta, yo afirmo que es el más admirable de todos los tiempos (no olvido a Dupont Roland). Pero es aun más AUTÉN'I'ICO dentro de sus “jardines malditos”, donde caen los pájaros del mal, esos pájaros de ojos de fuego y alas de tela roja; donde los castillos se alzan sobre rocas temibles de “aspecto astuto”.

       Han quedado algunas máquinas construidas por Brouiller, verdaderos tesoros de realidad onírica. Una de ellas de colores oscuros, construidas con alambres y frascos de farmacia, en forma de mujer, constituye a mí entender la clave del pensar, Bruiller declara también: “El sueño es la histia de la sexualidad esencial, la única que yo acepto, porque, al recibirla, mis labios palpan su beso venenoso, ellos se dejan acariciar por ese aspecto astuto. Un relámpago de ira sacude mis cabellos, que, pronto se enrollan en las piedras y en los viejos troncos habitados por murciélagos y otras aves de Dios.”

       Aquella máquina nos recuerda a Salvador Dalí: Máquina del Pensar (el vestón afrodisíaco), porque Brouiller ha presentado al público “el sentido esencial” del odio y la histeria, que no son sino el aspecto de la poesía y la crueldad, la imagen del crimen y la desesperación de un veneno errante.

       “La Mujer Comestible” o sea aquel objeto de alambre que podríamos analizar declarando solamente: la Historia es el estudio más lúcido de la posición física: es una Máquina del Pensar.

       Es indiscutible que Bruiller haya aplicado las matemáticas a su objeto psico-morfológico, la música y la astronomía (ciencias semejantes) han sido empleadas en la construcción de este objeto, por lo cual rehuye toda perfección estética. La cabeza es del tamaño del ombligo: característica paranoico-antiatmosferica indiscutible. “La Mujer Comestible” de Brouiller tiende a la realización artística de las matemáticas, conduciéndolas en veloz ascenso al infinito.

       Nosotros que amamos esos estados de alucinación desencadenada, incorporamos a Brouiller a MANDRÁGORA: para-brisas de un placer misterioso como una jaula para canarios traspasada por endrines rápidos devoradora gris.

 

De revista Mandrágora, numero 2, Diciembre de 1939