EL MUNDO Y SU DOBLE

Comienzo del mundo
Manos demasiado ardientes
Bocas interiores que a todo ademán se duermen
Partes del cuerpo
Tú partes del cuerpo
Tú partes de las manos y de sus pupilas
Muestras con un ademán las gemas del encanto
Tú duermes reflexionas.

Sales al encuentro de un monstruo
Al bello día donde la piedad se hechiza
Piedras fulminantes del día de la espera
A ti a tus hombros producen estupor
Ver otros hombros en una sucesión de ahogadas
Bellas mujeres sobresalen del placer
Todavía estupefactas por la realidad
Aun dormidas por el sueño
Encantadas por amor ausentes por piedad
Sus hombros que laten
En sus ojos que encuentran a ciega
No vivas a ciega no vivas a respiración
Un fatal rayo atraviesa tus pestañas
Un cielo te acaricia
Muda entre la sangre y la piedad

 

De El mundo y su doble, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1940.