EL MALBARATADOR DEL BOSQUE

Dejarse examinar
Por un fantasma inalcanzable de la respiración
Por una estrella que corre por los dientes
Dejarse examinar
A un nivel de pulmón y relámpago invasor
Relámpago cuyas referencias son el desierto el agua corre
Al revés
A falsa mano de los ojos de creta
De los parterres donde alguien se quema o se apresura
Para llamar los ecos de la nieve
En una estepa inmóvil en un lobo inmóvil
Que corre por la ciudad inmóvil de la inteligencia
Ahí donde se espera
El término transparente de la luna
La febril manera del viento él disemina un rostro de terciopelo o gres
Un rostro ahogante
Un rostro de la mañana que cae al río y se disuelve en los molinos
Mientras su mano de terciopelo se abre con generosidad
Diseminando su propio cuerpo convertido
En arena de mar de azúcar
Su cuerpo entero se vacía por esa mano con lentitud de estalactitas
En el recreo de una captura de muebles.

 

De El mundo y su doble, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1940.