EL DESQUITE

Todas las puertas son de marfil
Los telegramas son de mecedora
Ahí espera
Donde el nivel marino no agite
Su piedad de luciérnaga
Para beber a cerrar la noche
La que mueve sus hombros
Su leche su papel de pan
Con muchas cintas empleadas en lucir
Los senos corrientes y en su verdadero sitio
Acaso ya salobres y con seguridad inmediatos
O verdaderamente quemantes
Y es para sepultar los cangrejos
Quemados ya en su saco de cal viva
Como senos al ron
Cuando roen los ojos llenos de maleza
Los ojos que brotan de las axilas
Que brotan con uñas
Y son azules
Ojos de toda velocidad
Ojos fragantes ojos orgullosos ojos del placer
Los que se sienten devorados y cavados
Por un son de campamento
Que sale de un antifaz
Con arpas de gasómetro.

 

De El mundo y su doble, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1940.